Bernat Joan i Marí
Com ja ens té acostumats últimament, la Junta Electoral Central ja ha entrat en campanya. La neutralitat de la JEC és, aproximadament, comparable amb la neutralitat del Tribunal Suprem. Els observadors internacionals que segueixen el judici del procés independentista de Catalunya estan escandalitzats per l’actuació del jutge Marchena. Alguns estan poc familiaritzats amb Espanya. I veuen amb estupor com el jutge del Suprem permet que l’exministre Zoido contesti trenta-sis vegades «no me acuerdo» i, en canvi, es posa dalt cala figuera quan una testimoni de la defensa diu… tres vegades la mateixa cosa. Perquè no diguen que no és una persona equànime i equilibrada, i que actua imparcialment! En la mateixa línia, el jutge del Suprem permet que els fiscals demanin a tots els testimonis de les defenses si són socis de l’ANC o d’Òmnium Cultural i, en canvi, impedeix furgar en l’adscripció ideològica, per exemple, de la secretària judicial del Jutjat número 13 de Barcelona (d’adscripció ultradretana, no fa falta dir-ho). Com en Marchena mateix. Tot plegat només s’explica perquè els del Suprem saben perfectament que Estrasburg els tombarà la sentència. Mentrestant, emperò, tendran segrestats els líders catalans.
Idò bé, la Junta Electoral Central és igual d’apartidista que el Tribunal Suprem. Dit ras i clar, juga a fer tot el possible perquè guanyi el trifatxet, tot i que els socialistes pensen que també juga a favor d’ells. Els enganya el fet que la porten jutges del Suprem que s’autoconsideren progressistes. Evidentment, la JEC ha entrat en campanya a Catalunya. Allí havien d’aconseguir, el passat mes de desembre, que els nacionalistes espanyols hi guanyassin les eleccions. No se’n varen sortir, i a Catalunya hi continua havent govern independentista. Ara han d’aconseguir la mateixa fita. I per això han entrat en campanya fins i tot abans que els partits polítics. Acaben d’emetre una ordre perquè la Generalitat de Catalunya retiri de tots els edificis els llaços grocs i les estelades. Com si llaços grocs i estelades fossin símbols de partits.
Malauradament, davant l’entrada en campanya (sempre a favor dels nacionalistes espanyols) de la JEC, no hi ha tribunal d’Estrasburg que pugui protegir els ciutadans catalans. Però els de la JEC encara no saben que, fins i tot amb l’àrbitre en contra, fitxat pel partit contrari, jugant com el jugador número dotze, tretze, catorze i quinze de l’equip contrari, el resultat serà el que vulgui la majoria del poble de Catalunya. Segurament perquè la majoria a favor de la independència és infinitament més clara del que la immensa majoria de la gent es pensa.
No sé quién da más vergüenza ajena, si tú o esos «observadores internacionales» a sueldo. Si los no idiotizados hubiésemos creado un símbolo o logo «unionista», como os gusta llamarnos despectivamente a los que somos simplememte españoles que defienden a su país, ya los estaríais tildando de «símbolo fascista» y denunciándolo hasta en la WUFODO , (organización internacional del día del ovni ), un equivalente a la organización internacional de los países catalanes más o menos.
Si no estàs content als països catalans torna al teu poble o comunitat autonoma.
Espanya te la història que té i no es pot canviar però si el nostre futur està per davant.
Potser que tu ets unionista, monarquic,constucionalista o franquista o totes a la vegada.
Mejor vete tú a cataluña ; yo en ibiza estoy en mi pais ; España, no en vuestra asquerosa entelequia fascista. Y lo que yo sea a ti ni te va ni te viene.
saps una cosa: es eivissenc el que viu i traballa aqui, i un altre cosa important, qui no li es hostil. Els que no volen entendre.ho, farian be en marxar
Curiosamente es la misma estrategia que siguen Pedro Sánchez (PSOE ) y Podemos: sacar a Franco cada 3×4, dando a entender que España es franquista y hay que desfranquizarla. Hoy cambiamos nombres de calles, mañana quitamos medallas, pasado profanamos la tumba de Franco. Joan López Alegre, el Català Tranquil, ens explica a Economía Digital lo que està passant al judici:
“Lo que sucede dentro del edificio del Tribunal Supremo en realidad da absolutamente igual. El juicio es la traca final de un proceso de reescritura de la historia que el independentismo puso en marcha en noviembre de 2017 tras un breve instante de desfallecimiento.
Desde entonces la máquina se ha puesto en marcha. Saben hacerlo y lo han vuelto a hacer: el juicio no es a políticos que en ejercicio de su cargo cometieron, presuntamente, graves delitos; es a España.
En otoño de 2017 no pasó nada, acaso lo que sucedió fue culpa de España. Esa España que odia a Cataluña y los catalanes y publicó un decreto para que las empresas se fueran porque sí. Una España que odia a los catalanes y envío porque sí a 6.000 policías.
Una España que odia a Cataluña y le exigió a todos y cada uno de los países del mundo que no reconocieran la declaración de la independencia. Una España que odia a Cataluña y le puso a Carles Puigdemont el billete de avión y el casoplón belga para que dejara tirados a sus colegas de aventura.
Desde noviembre de 2017, medios de comunicación públicos y afines, organizaciones sociales independentistas o dirigidas por separatistas, tertulianos, partidos, políticos de aquí y podemitas y nacionalistas del resto de España decidieron que una minoría de catalanes, a pesar de haber liado un pifostio de padre y señor mío, que solo se evitó por la cobardía de unos y la aplicación del 155 de otros, tenían derecho a conseguir su objetivo y que la independencia era un derecho natural irrefrenable.
El juicio no está siendo tal para las personas procesadas por un presunto delito de rebelión, sedición o malversación de fondos. El juicio es un juicio a los catalanes no independentistas, que ya estamos condenados por nuestra nada presunta y sí contrastada falta de piedad con los presuntos delincuentes que tienen derecho a todo porque ellos son independentistas.
El juicio no está analizando si hubo rebelión o sedición. La sentencia, el separatismo ya la tiene dictada: nadie tiene derecho a juzgarles porque su derecho a la autodeterminación emana del mas allá como de allí venía el poder del Rey Sol en la Francia prerrevolucionaria.
Todas y cada una de las sesiones se convierten, dentro de la sala, en un juicio a España por su nada presunta y sí efectivamente constatada falta de democracia y actitud represiva.
Fuera de la sala, diariamente, una catarata de tópicos sobre la España de Puerto Hurraco. Cada sesión es un mitin en el que nadie se da cuenta de la pobreza léxica en el uso de la lengua española de la que casi todos los imputados y los testigos convocados por sus defensas hacen gala.
De martes a jueves asistimos a un ataque furibundo y desatado a España y sobre todo a todos aquellos catalanes no indepes que creemos que aquí no hay presos políticos y que los únicos que estamos presos somos los que no creemos que el barco del Piolin viniera a reprimir nada sino a defendernos.
El juicio es un resumen de lo que llevamos una vida viviendo pero ahora en versión canal Gran Hermano VIP 24 Horas: nos da igual lo que digáis, no da igual lo que penséis, nos da igual cuántos seáis, nosotros seguiremos y seguiremos. Todos los que no compartan nuestros objetivos no son dignos dado que no son demócratas. Todos los que no estén determinados a seguir la “lucha” hasta conseguirlo, vivan donde vivan, se llamen como se llamen, son algo terrible: son españoles.
El lazo menos peligroso es el que se le cayó a Baños durante su declaración en el Supremo. El peor de los lazos es el que llevan forjado en su corazón y su cerebro“.
Caram, Graco, quina idea tens del dret d’autodeterminació! El dret d’autodeterminació és un dret alienable dels pobles, i fins i tot l’Estat espanyol ho ha signat. Una cosa molt diferent, emperò, és que estiga disposat a cumplir el que l’exercici d’aquest dret implica.
Quant a la «minoría» independentista, posem en acció el dret d’autodeterminació i comptem quants n’hi ha que volen la independencia i quants volen continuar dins Espanya. Democràticament, no veig cap altra manera d’establir-ho.
La semana pasada el presidente de la Generalitat de Cataluña pronunció un discurso apocalíptico en Bruselas. Carles Puigdemont defiende el derecho de Cataluña a la autodeterminación basándose en que los catalanes tienen “una larga historia colectiva y una cultura propia”, y se aferra al nacionalismo cultural como medio para justificar la postura secesionista del Gobierno catalán. Al hacerlo se olvida de que, durante esa larga historia colectiva, Cataluña nunca ha sido una nación política independiente o un estado en términos modernos.
Cataluña, antes de incorporarse a la Monarquía Hispánica con la unión de la Corona de Aragón y la Corona de Castilla en 1469, era parte de la Corona de Aragón. Los catalanes han desempeñado desde entonces un papel esencial en la conformación de la identidad española y en los principales sucesos de la historia moderna del país, como la elaboración de la Constitución de 1812 que estableció la soberanía de la nación española, donde los representantes catalanes apoyaron con entusiasmo la promulgación de la Constitución en las Cortes de Cádiz.
Cataluña no es una influencia menor en la política española –ni mucho menos. Dos de los siete padres fundadores de España, responsables de la actual Constitución del país, son de origen catalán. Esta Constitución se basa en la unidad indisoluble de la nación española. Su ratificación en 1978 fue el resultado de un amplio consenso entre diversos partidos, incluyendo los nacionalistas catalanes del partido de Puigdemont, y recibió el apoyo de más del 90 por ciento de los votantes catalanes en un referéndum.
El fundamento cultural sobre el que Puigdemont pretende apoyar el proyecto secesionista del Gobierno catalán no tiene ninguna consistencia. Los catalanes y el resto de los ciudadanos españoles comparten una larga historia colectiva, incluyendo un idioma, el castellano –conocido universalmente como español– que es tan catalán como el idioma catalán mismo, teniendo en cuenta que se ha hablado en Cataluña desde el siglo XV. No tendría sentido romper esta historia compartida por un capricho inducido por la propaganda de los partidos nacionalistas catalanes.
Según Puigdemont, el Gobierno español “dice no a la cuestión lingüística, no a la cuestión sobre impuestos… Sin democracia. Sin voto. Es muy difícil hablar con el Gobierno español”. Este es un fiel reflejo de la propaganda victimista que los nacionalistas han estado difundiendo durante más de tres décadas. Pero ese discurso se compadece mal con la amplitud del autogobierno catalán: Cataluña es en la actualidad uno de los territorios con mayor autonomía del mundo.
Los catalanes, al igual que el resto de los españoles, votan en elecciones locales, autonómicas, generales y europeas. Sin embargo, al igual que los bávaros, corsos y vénetos no son sujetos del derecho de autodeterminación –principalmente porque ninguna de estas regiones cumple los requisitos fijados por la ONU– tampoco lo son los catalanes. Puigdemont afirma que el Gobierno español “dice no a la cuestión lingüística”, precisamente él que preside el único gobierno regional del mundo que niega el derecho a educarse en su lengua materna a la mayoría de su población.
La exclusión del español en Cataluña no tiene parangón. Pero Puigdemont, claro está, no mencionó eso durante su visita a Bruselas. Igualmente evitó admitir que no hay una mayoría de votantes en Cataluña a favor de la secesión. Tampoco dijo que la exigua mayoría parlamentaria que sustenta su gobierno descansa sobre un partido anticapitalista que apoya la salida de Cataluña de la Unión Europea.
La aspiración de los secesionistas a debilitar nuestro pacto constitucional de 1978 pretende privar al pueblo español de su soberanía nacional. Un error funesto.
No deberíamos olvidar que no hay Estado democrático en el mundo que dé a las regiones que lo constituyen el derecho a la autodeterminación. La unidad indisoluble consagrada en la Constitución española también aparece en las Constituciones italiana, francesa, alemana y estadounidense. El hecho de que nuestra Constitución no contenga cláusulas de intangibilidad significa que puede modificarse, pero debemos evitar hacer uso de esa adaptabilidad de nuestra Constitución para menoscabar su propósito principal: la coexistencia pacífica del pueblo español.
I tot aquest talla-i-enganxa, de quin any és?
¿De verdad que eso es todo lo que tienes que responder?
Una vez más eres incapaz de responder cuando se te muestran los hechos :_( y una vez más quedas retratado.
Es España «indisoluble» acaso es un átomo?
Flipante el nivel de mala educación en este chat, que cuando no sabeis que argumentar pues descalificar,insultar,menospreciar al oponente.
Defendeis una patria ciegamente eso tiene un nombre:FASCISMO
Es un país, de los reales ;de los que sí que existen . Con una constitución aprobada por todos que dice que , efectivamente, es indisoluble . Para fascismo de ceguera patria -y mentirosa- ya estáis los patéticos pancas encarnados en gente cono Bernat Juan Marí y tú.
«Es España “indisoluble” acaso es un átomo?»
Lo bordas… Que alguien le explique cual es el principio de funcionamiento de una central nuclear nuclear…
Hay una cosa clara, unos seguimos la ley y otros se creen con derecho a elegir leyes a la carta. Me recuerda a un señor con un pequeño bigote cepillo de dientes. Como son las cosas y hasta donde llega el fanatismo. Y vais por el mismo camino: «Cuando se inicia y desencadena una guerra lo que importa no es tener la razón, sino conseguir la victoria» por ese camino vais :_(
que pena, tanta inteligencia y esfuerzo malgastados en una causa ridícula y trasnochada
Et refereixes a la feina per la unitat d’Europa?
La misma feina que hiciste cuando tenias los medios para que tu pueblo tuviera agua potable 😉
Ara en deu tenir gràcies a Vox.
Bernat ¿como tenemos lo de las islas Aland? Por que eso era de vital importancia para los que te votaron ¿no?
Eso es lo que te iba a regalar yo, un diccionario VOX, porque sabes escribir las palabras sin faltas de ortografía pero no sabes su significado.
Aún sois más radicales que ellos que ellos aún respetan las leyes 😉
¡Va Bernat!…este ya está liquidado.A por el siguiente.!Te esperamos¡
Está claro que lo que plantea el Sr. Joan es que la JEC no es imparcial por no dejar que los eslóganes de una determinada ideología/partidos políticos inunden edificios públicos que son de todos y deberían ser espacios neutros.
¿Os imagináis todos los ayuntamientos con crucifijos y carteles desplegados con el careto del Papa, pasquines de plástico con el lema ‘JESUCRISTO ES TU SALVADOR’ por el suelo, pintadas, etc.? Este hecho sería incluso más legítimo puesto que según el CIS el 68,5% de los españoles son católicos (y si nos vamos a una institución digamos, no política, para que el Sr. Joan esté contento y no le entren sarpullidos cada vez que escuche algo relacionado con Esp… vaaaale, el eufemismo ‘l’estat opresor franquista aspanyol’, como Obradoiro de Socioloxia arroja un porcentaje similar -66.9%-).
Así que bueno, es injusto que en cualquier institución pública no me atienda el señor con el lacito amarillo y que controle que ponga la voluntad en la hucha ‘per als presos politics’.
Fanatismo puro y duro. Y estos que iban de laicos…
Como comentario adicional:
Sr. Joan, recuerde que toda ideología es religión, y que toda religión es ideología.
En això tens raó, Robustiano. O com et diguis. L’espanyoloisme també.
Jaja, me hace gracia su «o com et diguis», me recuerda a la mítica escena de aquél leonés llamando «José Luis» a Carod Rovira en un programa de TVE1. Anécdotas aparte:
Estoy de acuerdo en que el «españolismo» también tiene ese carácter ideológico que menciono, sobre todo entre el electorado más arrimado a la ultraderecha de VOX, que parece que tendrá cierto éxito.
Mi posición de «españolismo» es puramente pragmatismo. Yo no le conozco de nada pero desde mi humilde opinión tenemos uno de los mayores niveles de libertades y calidad de vida de todo el mundo, aunque aún haya mucho por hacer, pero veo que el mensaje independentista pone en peligro y es hasta un punto temerario.
Le digo que las colectividades me la traen al pairo, de hecho, cada vez me tocan más la moral, pero creame que si la situación fuese la de un universo paralelo, en la que Ibiza formase parte de una república llamada «Països Catalans» y fuese un estado de derecho que mira por el bienestar y calidad de vida de mis familiares y amigos, le digo que sería el primero en dejar las cosas como están.
Ahí es a donde voy.