En la lejanía del bosque
observamos, diminuto, el retiro del Sol.
La luz del valle regresa a las montañas,
donde el pincel colorea caminos,
muros blancos y riachuelos de azul.
Allí, pues, un día termina.
Las estrellas sin ruido parecen surgir
y en el valle la sombra de la noche se extiende.
Nos detenemos para escuchar el silencio.
Hojas llenas de otoño crujen
entre rocas y en caminos sin dejarnos solos.
Una palabra, una sola, llegada con el viento, persiste.
Han quedado algunas hojas con gotas de lluvia
y escucho de lejos el seco golpear en la planta.
Junto al cañaveral, donde el viento juega con las cañas,
respondo en silencio a una oferta de amistad.