Esta Semana Santa no he podido viajar. Tras dos años esquivando la pandemia, finalmente me agarró el COVID, y, afortunadamente, he podido recuperarme sin problemas en casa. Sin más problemas que la cancelación del viaje que finalmente no he podido hacer estas vacaciones, claro. Con la cantidad de cosas horribles que pasan en el mundo, me da vergüenza reconocer lo que me agria el carácter no haber podido irme de vacaciones, pero soy humana, y tengo muchas contradicciones, una de ellas es precisamente mi faceta de turista.
Porque, sí, lo confieso, yo también soy turista, y me encanta. Lo primero es reconocerlo. “Hola, soy Inma, y soy turista”. Nada de “viajera”. Ese calificativo solo es un eufemismo con ínfulas que todas hemos usado alguna vez para hacer más chic, o menos inconsciente, el hecho de que, de vez en cuando, haciendo uso de nuestros privilegios, nos movemos de aquí para allá, quitándonos ciertas responsabilidades de encima al tiempo que nos hacemos las cosmopolitas: “yo no soy turista, soy viajera”. Pues no, chica. En pleno Siglo XXI, con décadas de globalización a nuestras espaldas, yo soy turista, y tú que me lees…también.
Claro, porque somos muchas las personas a las que nos encanta conocer sitios nuevos al igual que son muchas las personas que cada año deciden conocer Ibiza y Formentera, o seguir explorando estas islas tras haberlas conocido por primera vez. Y no me extraña. Vivimos en un lugar excepcionalmente hermoso, pero con un entorno lo suficientemente frágil para que las actividades turísticas puedan pasar una más que manifiesta factura medioambiental.
Vivimos, además, en un entorno insular de recursos limitados, con una capacidad finita (eso es innegable) que necesariamente debemos empezar a medir. ¿Hasta dónde puede crecer el parque de vehículos? ¿Qué uso hacemos de recursos finitos como el agua? ¿Qué costo ambiental tiene la actividad turística? ¿Qué puede hacerse para mejorar la situación medioambiental de las Pitiusas y de quién es la responsabilidad? En este espacio me voy a atrever a contestar a esa última pregunta: Pueden y deben hacerse cosas y la responsabilidad, es de todos y todas.
El sector turístico no puede desligarse de la sostenibilidad y por eso, todos los actores que desempeñan algún papel en el mismo deben contribuir a que los beneficios económicos que generan no se vean ensombrecidos por impactos negativos. Por este motivo, aprovechando que este día 22 de abril se celebra el Día Mundial de la Madre Tierra, desde la fundación IbizaPreservation, animamos a que cada uno de estos actores sea responsable de la parte que le toca para minimizar los efectos indeseados que el viajar a Ibiza y Formentera, al igual que a otros destinos, puede conllevar.
Por eso, por un lado, invitamos a las empresas locales a que tomen un papel proactivo en el contexto de la crisis climática y que se conviertan en protagonistas del cambio poniendo en marcha las acciones necesarias para establecer una hoja de ruta que posicione a Ibiza como un auténtico destino responsable social y medioambientalmente. Pero, por otro lado, apelamos también a la responsabilidad individual de los y las turistas para invitarles a viajar de manera responsable a fin de revertir de manera positiva ese paradigma mediante nuevas formas de viajar que no generen esa clase de impactos.
Los turistas responsables son aquellos que entienden su responsabilidad con el Planeta y buscan crear un impacto positivo en el destino, traer beneficios a la población local y no agotar los recursos. En general, un turista responsable es aquel o aquella que viaja de forma que su viaje beneficie a las poblaciones locales de los lugares que visita. Es decir, en la lucha por un mundo más sostenible, los turistas también tenemos responsabilidades que asumir y podemos hacerlo con nuestro poder de elección: optando por utilizar el transporte local, comprando local, consumiendo producto KM 0, calculando y compensando nuestra huella de carbono, exigiendo a las compañías que nos traen hasta aquí, y a las que nos alojan, que sean respetuosas con el medio ambiente y, en definitiva, mediante la elección de productos y servicios sostenibles.
Al igual que como consumidores llevamos años castigando a las marcas social, ética, o medioambientalmente irresponsables, como turistas, no podemos contribuir a hacer de los lugares que visitamos sitios peores ni ha hacer peores las vidas de las personas que allí residen. Seamos conscientes de nuestro impacto como turistas, reconozcámoslo, y busquemos las mejores alternativas para los lugares que coleccionamos en nuestras galerías de imágenes.
Porque nosotras nos hacemos la foto y nos vamos, pero nuestro impacto, bueno o malo, se queda.