Por Jesús Antonio Rodríguez Morilla (Doctor en Derecho)
Según una definición al uso, Implícito del latín implicitus es algo que se encuentra incluido en otra cosa sin que esta lo exprese o lo manifieste de forma directa. La fuerza, en este caso, la otorgan dichos Presupuesto Generales. Existen diversas formas de recurrir a unas manifestaciones implícitas expresando cosas de forma indirecta, y no siempre como se decía en la antigua lengua florentina: “no precisamente para enseñar los dientes” La reciente publicación de los mencionados Presupuestos para dar cuenta de la situación de algunos temas largamente pendientes en saneamiento y depuración de aguas, nos ha traído nuevamente decepciones en temas medio ambientales, y también en otras afiladas formas de comunicación.
Según Julián Pérez Porto y Ana Gardey, la comunicación requiere de un cierto grado de contenido implícito, ya que sí tuvieran que detallar en cada comparecencia todos aquellos aspectos negociados por anterior Administración, sin dejar fuera ningún punto, nos tomaría meses entablar una simple conversación.
Pero no nos alejemos del punto central de esta Columna, que trata de las “cucharadas implícitas” que ese Ministerio de Medio Ambiente, cuan larguísimo nombre atesora, y me niego a escribir, ha comenzado a prescribirnos y por qué no, quizás piensen en utilizarlas como medida de peso incursa en sus relaciones con los Medios. Resulta largamente implícito en la situación de estos temas, primero, la necesidad, y a continuación la urgencia de mayores y amplias soluciones a los mismos, para una zona donde la trayectoria histórica significa “cuerno de abundancia” en ingresos por turismo. No debe de ocurrir, y se expresa de forma admonitoria, el recordar qué en algún archivo de su Ministerio, debe yacer, con su presunto conocimiento, una Sentencia condenatoria a España procedente del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (Sala 10 – 15/3/17) (61 VERTEDEROS), donde, precisamente, existe el vertedero de torrent de s’Estret, el cual en el taxímetro de sanciones, sin que nadie haya osado abrir la boca acerca de lo que ocurre, y nosotros los contribuyentes, todavía no sepamos a la totalidad de euros vestidos de sanciones, a los que nos tendremos que enfrentar.
Miren, me voy a tomar la licencia de “mojarme”. Intuyo, y no es gratuita dicha intuición porque conozco a mi gente, y en 1987, desembarqué en Bruselas con mi “gorra” de comunitario (que por cierto no le quedaba nada bien a mi oronda cabeza). Eran los tiempos de Abel Matutes y su gran Jefe de Gabinete, Juan Prat. Por los pasillos de Berlaymont comprobé y pude darme cuenta, del reducido peso que teníamos y eso, a pesar de ser el quinto contribuyente a la hoy extinta CEE.
Finalmente, y dentro de la misma familia “implícita” que tratamos, nos vamos a detener, por su posible afectación al tema, y por unos instantes, al cometido especial y decisivo que desempeña en el mundo del derecho. El pasado, 9 de noviembre, y a tenor de lo que publicaba la Comisión en el “Paquete de procedimientos de infracción” de los Estados Miembros, entre los mismos se encontraba otra admonición a España al menos, sobre 1.513 vertederos ilegales adicionales a los ya conocidos.
Miren, en el mundo del derecho existe la inacción en referencia a una autorización no concedida en forma directa, aunque puede inferirse de unas acciones o inacciones llevadas a cabo ante determinadas circunstancias que rodean a una situación concreta. Aquí lo tienen, vienen desempeñando una serie de inacciones, probablemente no de mala fe, sino por descoordinaciones que por genética nos son inherentes y al ser provocadas previamente, con reiterada inacción, nos toca siempre mantenernos expectantes para ver qué ocurre. ¿Estaremos ante el viejo sistema de “enseñar la cuchara” de las inacciones como método de agudeza mental, para señalar al enemigo? Ojalá el Secretario de Estado puede explicárnoslo en algún momento.