Siempre he tenido una confianza ciega en el sector sanitario en su conjunto, pero con los doctores Toni Florit y Miquel Puig ha llegado a ser algo cercano a la devoción.
Ambos han sido, desde que tengo uso de razón, los clavos ardiendo a los que el pueblo de Sant Miquel se ha agarrado en los momentos más difíciles.
Siempre han sido la última esperanza, incluso para los que preferían apostar por ungüentos, hierbas y sanadores de todo tipo y pelaje.
Parece mentira, pero las personas toleramos bastante mal la incertidumbre, especialmente cuando hay dolencias de por medio. Recuerdo desde mi infancia la mirada diáfana y el timbre de la voz de estos dos doctores, encerrados por vocación en este microcosmos rural tan ingrato, dando respuesta a aquello que para un niño era pura fantasía.
Sanar y cuidar a las personas, ¡qué profesión tan bonita! Este funesto 2022 sigue sin darnos tregua. Únicamente podremos compartir cafés con el Doctor Florit, de retiro forzado, y mantener en el recuerdo el olor aséptico de la consulta del Doctor Puig, sus cuadros de países exóticos y su frondosa barba blanca. Un final ingrato e injusto.
Que la tierra te sea leve, doctor.
Vicent Torres Guasch