@Miguel Vidal / Si mis cuentas no me fallan, la selección absoluta de fútbol de España jugó el pasado miércoles su partido número 630 desde que debutara en la escena internacional en agosto de 1920, en el Estadio La Butte de Bruselas, dentro del marco de la Olimpiada de Amberes. En aquél lejano primer partido la mayoría de jugadores eran vascos, altos y fuertes, toscos técnicamente, y al juego de la selec ción se le apodaba «la
furia española». Apto para la épica, pero poco práctico a la hora de los grandes logros.
Los grandes logros, lo inimaginable, se ha producido los últimos seis años, en que España ha sabido explotar la esencia técnica de su mejor generación de futbolistas de la historia, la mayoría de ellos bajitos, conducidos con la batuta mágica de Xavi Hernández. No nos engañemos, mientras Xavi ha tenido fuelle, España se ha mantenido en la cima del fútbol europeo y también mundial. Cuando han faltado las fuerzas y se han secado las ideas el dominio del balón, el fútbol de tiki taka, no sólo ha terminado siendo improductivo sino que ha acabado por aburrir al espectador.
Aparte que los equipos rivales han sabido encontrar el modo de neutralizarlo. Holanda, primero, y Chile despues (y cuidado mañana lunes Australia) han dado una lección en este sentido, poniendo de manifiesto las debilidades defensivas de un sistema que, de un plumazo, ha quedado obsoleto.
En el escaparate de Brasil 2014 España ha quedado destronada y destrozada. Todo de golpe. Pero no hay que dramatizar: todo consecuencia de la evolución misma del fútbol y sus sistemas. Para frenar a Gento en los años cincuenta del pasado siglo el Milán ideó la figura del líbero. Para frenar a España Van Gaal jugó con tres centrales, al igual que Chile, y gente rápida delante.
Maracaná, escenario de sonadas decepciones, como la vivida por el propio Brasil ante Uruguay y el famoso «maracanazo» de Alcides «El
Perrito» Gighia en 1950, también ha sido la tumba de un fútbol que maravilló a propios y extraños llevando a España a lo más alto, y por lo tanto, a una caida más sonada. Como ha dicho Xabi Alonso «el final de un ciclo viene después de una gran derrota».
Pues, eso. Final de un ciclo fantástico, agradecer a esta generación de futbolistas su aportación, y a esperar a una próxima hornada rutilante. El deseo es que su llegada no tarde tantos y tantos años como el de ésta que ahora despedimos. Que el fútbol y Maracaná ha despedido con un sonoro fracaso en el terreno de juego, pero que la historia les despide con el mayor de los aplausos. Por lo menos, el mío lo tienen. También mi agradecimiento de aficionado.