Hay un chat de whatsapp llamado ‘PROU emissions de luxe’ donde un montón de gente ha considerado útil para su noble causa criticar duramente –parece que sin haberlos leído antes– mis artículos de opinión sobre los actos vandálicos protagonizados en los últimos días por ‘activistas climáticos’, que las Fuerzas de Seguridad consideran delincuentes a secas, por lo que, tras perpetrar sus crímenes, los detienen y los ponen a disposición de la autoridad judicial.
Algunos se muestran partidarios de invitarme a una mesa redonda “a ver si se entera de algo hahahahah”. A Karen Killeen, fundadora de Extinction Rebellion en Ibiza, le parece que “lo suyo sería contestarle bien y con datos”, además de hacer una “campaña de cartas al director en la prensa local – si alguien se anima”.
Ambas iniciativas me parecen estupendas, pero ya que algún otro miembro del chat se ha tomado la molestia de guglearme, lo que debe parecerle tan transgresor y divertido como pintarrajear la pared de un restaurante de playa, les sugiero que me inviten a esa mesa redonda, a la que acudiría gustoso para enterarme de algo, pero con la única intención de que ellos y ellas también acudan con la disposición de enterarse de algo. Porque aquí donde me leen, si es que en efecto se toman la molestia de hacerlo, lo cual sería estupendo, yo también tengo un pasado activista, sindicalista, obrero, reivindicativo, luchador y contestatario. ¡Guglead, queridas, guglead!
No soy muy partidario de aleccionar a nadie, ni de dar consejos si no me los piden, pero dado que a algunos les parece que pueden enseñarme algo, lo cual agradezco si efectivamente es así, me atrevo a sugerirles una reflexión. El 20 de enero de 2007, siendo yo el secretario general de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), impulsamos una manifestación de protesta en la Plaza Mayor de Madrid. Concentramos allí a unas 13.000 personas, 3.000 de ellas guardias civiles de uniforme. Pudimos hacerlo en el Paseo de la Castellana o en otro lugar donde hubiéramos cortado el tráfico u ocasionado molestias a la ciudadanía, pero optamos por hacerlo donde menos se alterara la vida de la gente, convencidos de que con ello nos ganábamos la empatía de la mayor parte de la ciudadanía, que veía favorablemente nuestras legítimas reivindicaciones.
Hacer lo contrario supone, además de enfrentarse a cargos criminales ante los que habrá que responder delante de un tribunal y exponerse a ser condenados y, por tanto, a hace frente a cuantiosas multas e indemnizaciones por los daños y perjuicios causados, ganarse la antipatía de buena parte de la población, sin la menor necesidad y sin ningún beneficio directo por la comisión de tales acciones ilegales. Ustedes verán. Pero desde luego, lo que no se puede esperar es llevar a cabo delitos planificados detalladamente con anterioridad, y publicitarlos en las redes a cara descubierta, –lo que algunas llaman ‘protestas disruptivas’–, sin que nadie les critique por ello.
Asuman su responsabilidad y compórtense como gente adulta, que ya viene siendo hora y ya tienen ustedes una edad.