@Miguel Vidal / A raíz de los bochornosos y finalmente trágicos incidentes protagonizados por algunos descerebrados “ultras” en los aledaños del Vicente Calderón de Madrid, algunas voces lamentaban que no se hubiera suspendido el partido entre el Atlético y el Deportivo de La Coruña. Habría sido un error suspenderlo. Con el estadio lleno cualquier chispa en la grada podría haber desatado un problema mucho mayor.
Pienso eso con conocimiento de causa, puesto que como enviado especial del Diario AS me tocó hacer la crónica de aquella final maldita del Estadio Heysel de Bruselas el 29 de mayo de 1985. Una chispa desencadenó la tragedia, cuando un grupo de ingleses intentaron agredir a unos hinchas italianos provocando una avalancha que acabó con la vida de treinta y nueve aficionados. El pánico en una de las gradas fue el desencadenante, ya que las muertes se produjeron por aplastamiento o asfixia al estar las puertas del estadio cerradas.
Pero no se suspendió el partido entre Liverpool y Juventus porque la policía valoró la situación y decidió actuar con serenidad, conteniendo los exaltados ánimos de “hooligans” y “tiffosis” hasta controlar la situación en el estadio. Así que, menos mentar soluciones que puede ser peor el remedio que la enfermedad.
Entonces, como ahora, los poderes públicos se llevan las manos a la cabeza y buscan desesperadamente soluciones. Que tienen que ser necesariamente traumáticas para que sean efectivas. La España franquista de 1972 recuerda aquella final de Recopa disputada en Barcelona entre el Glasgow Rangers y el Dynamo de Moscú que TVE ofreció en directo y que en un momento dado el realizador Ramón Díez decidió enfocar el cielo del Camp Nou para no ofrecer las lamentables imágenes de lo que sucedía en las gradas donde los hinchas escoceses destrozaban todo lo que tenían a su alcance. Gamberrismo que tuvo continuidad en la ciudad, destrozando bancos, farolas, cabinas telefónicas y hasta hoteles.
Era la carta de presentación en nuestro país de los “hooligans” y la consecuencia fue que la UEFA prohibió al Glasgow Rangers la participación en partidos europeos por varios años. Una costosa pero eficaz medida disuasoria.
En nuestro fútbol desde que el Barcelona y el Madrid consiguieron acabar con la organización de “Boixos Nois” y “Ultras Sur”, respectivamente, estas explosiones de violencia parecían desaparecidas. Ha tenido que ser de nuevo el “Frente Atlético” quien recuerde que el problema sigue ahí y que trasciende en estos tiempos de WhatsApp al fútbol para convertirse en un simple problema de orden público. Para estos descerebrados el fútbol es la excusa para dar rienda suelta a sus bajos instintos y hay que tratarlos como delincuentes que son.
Tampoco podemos equivocarnos en esto: ser forofos del fútbol, incluso forofos violentos, que los hay, es otra cosa. No hay que confundirlos con los que se citaron por WhatsApp –toque moderno a un problema antiguo- con la excusa de un partido de fútbol.
¿Pero por qué el fútbol es tan proclive a la violencia?, ¿acaso pasa lo mismo con el tenis, con el golf, con la gimnasia, con el motociclismo, ciclismo, formula 1, béisbol, críquet, waterpolo, basquet, han-bol, rugby y así, un largo etc? No, claro que no. «El fútbol desata pasiones» nos dicen. Claro, ¿y el resto de deportes no? El hecho es que el fútbol incita a la violencia, es así desde sus inicios, donde incluso se llegaba a prohibir su práctica por este motivo. El fútbol es un deporte donde se premia la pillería, las malas artes, la patada al rival, la «mano tonta», donde se tolera el insulto y la agresión. Y esto se traslada a la masa de espectadores, que hacen lo propio, multiplicándolo. La culpa es de la FIFA, que piensa que «la polémica es la salsa del fútbol», cuando ésta debería de ser sólo el deporte. Si el juego fuese limpio, y sin posibilidad de «fallos arbitrales» (como existe desde hace mucho en el rugby)la gente estaría más calmada. El problema de las «bandas», es una derivada, una consecuencia, de un problema que no ha hecho más que degenerar con el tiempo. Su inicio es la permisividad de la reglamentación en el fútbol. Cuando la FIFA dice que la filosofía es que exista la misma forma de hacer en un partido de regional, que en uno de primera división. Sin poner por tanto los medios técnicos y humanos necesarios, está sembrando. La cosecha, no va ha ser buena.
¿Qué pasaría si en un partido de tenis, cada pelota se tuviese que discutir si está dentro o fuera, dependiendo del criterio del juez de silla, que invariablemente se equivocará alguna que otra vez?, ¿cuanto tiempo tardaría así el público asistente en ser un público crispado? De ahí a la agresión verbal, de ahí a la agresión física, de ahí al camorrismo, y ya tienes instaurada la violencia. Es un proceso, al que se pone remedio poniendo los medios técnicos y humanos necesarios para evitar los errores, evitando por tanto la picardía, y haciendo que sólo el buen juego sea lo que prime.
En resumen, la violencia en el fútbol, es una consecuencia de creer que la crispación forma parte de él. Mientras esto no cambie, la violencia no podrá desaparecer.