Joan Miquel Perpinyà / Es muy preocupante que en Ibiza se normalicen ciertos comportamientos y actuaciones por parte de las autoridades que en absoluto pueden ser catalogados de correctos ni democráticos. Ya sucedió años atrás con la grabación de Ibiza Shore para la cadena MTV, donde el Consell d’Eivissa (entonces gobernado por PSOE y Podem-Guanyem) se opuso a la filmación de la serie e incluso llegó a amenazar a la productora con hacerles la vida imposible a base de enviarles inspectores continuamente. Ahora la historia se repite, si bien con menor beligerancia y algo de más mano izquierda, aunque con igual finalidad: impedir que una productora por encargo de Netflix grabe un reality show en Ibiza.
¿Ustedes se imaginan que el Gobierno del Reino Unido se hubiese opuesto públicamente a que Left Bank Pictures y Sony Pictures Television produjeran para Netflix la exitosa serie The Crown solo porque podría no gustarles la imagen que se iba a proyectar de la Familia Real?»
¿Ustedes se imaginan que el Gobierno del Reino Unido se hubiese opuesto públicamente a que Left Bank Pictures y Sony Pictures Television produjeran para Netflix la exitosa serie The Crown solo porque podría no gustarles la imagen que se iba a proyectar de la Familia Real? ¿O que Washington DC se negase a que los productores de House of Cards filmase en sus calles porque les disgustaba la sensación de corrupción política que la serie difundía? Pues en Ibiza las autoridades piden a una productora que se abstenga de crear contenido audiovisual porque consideran que puede ofrecer una imagen de Ibiza como destino turístico en el que “reinan los tópicos y estereotipos que ofrecen una imagen totalmente degradada de la isla y que no es representativa”, en los términos que ha hecho saber a los productores el director insular de Turismo, Juan Miguel Costa, que debe haber leído el guión antes que nadie.
Los colectivos y entidades privadas que se oponen a la producción de Netflix, como la plataforma Somos Ibiza, son muy libres de manifestarse como quieran, por más que resulte chocante que haya quien un día protesta por el encarcelamiento de un rapero y exige libertad de expresión, y al día siguiente defiende la censura previa si de lo que se trata es de hacer la Isla de las tentaciones en Ibiza. Pero no sucede lo mismo con las instituciones públicas como el Consell o los cinco ayuntamientos ibicencos, quienes únicamente pueden exigir que se respete la Ley, nada más. Ellos no son quién para decirle a nadie lo que puede grabar porque por disparatado que sea, no se acercará ni por asomo a la realidad. Aunque ellos quieran, Netflix no grabará la Isla de los santurrones.
A fin de cuentas, hablamos de creadores de contenidos audiovisuales que deberían tener total libertad para impulsar sus proyectos televisivos siempre que se ajusten al marco legal establecido y sin someterse a la censura previa de las autoridades»
A fin de cuentas, hablamos de creadores de contenidos audiovisuales que deberían tener total libertad para impulsar sus proyectos televisivos siempre que se ajusten al marco legal establecido y sin someterse a la censura previa de las autoridades, que se arrogan el derecho de impedir la filmación basándose únicamente en que el resultado final —y peor aún, la imagen que se proyecte de Ibiza, que es algo absolutamente subjetivo— pueda no ser de su agrado.
Cuesta creer el nivel de mojigatería y puritanismo que se observa en los últimos tiempos en Ibiza, donde la gente se cree con derecho a impedir que alguien ruede un programa de televisión porque la imagen de la isla que se mostrará dista bastante de lo que se quisiera»
Cuesta creer el nivel de mojigatería y puritanismo que se observa en los últimos tiempos en Ibiza, donde la gente se cree con derecho a impedir que alguien ruede un programa de televisión porque la imagen de la isla que se mostrará dista bastante de lo que se quisiera.
Lo que un día fue el paraíso hippy de Europa se ha convertido en un territorio donde sus habitantes confunden un reality show con un documental de La2 de TVE y se escandalizan con cualquier obra de ficción que no muestre al estereotipo del turista perfecto: aquel que viene con su familia para pasear por el pla de Corona, visitar el MACE y recrearse en la necrópolis de Puig des Molins. ¡Menuda trama emocionante iba a grabar Netflix!
Estamos hablando de libertad de expresión.
Hay que defenderla, sobretodo, para los que dicen cosas que no nos gustan.
Casi siempre coincido contigo, pero en esta ocasión, no.
Al nombre Ibiza, se le suben oportunistas «garrapatas» que quieren añadir a su proyecto, mientras mas estrafalario mejor, un guinda mediática para generar expectación.
Te recuerdo, estimado, que la libertad en Ibiza, la cuna del hedonismo hippy y posteriormente objeto de deseo del turismo de masas, siempre se ha ejercido en privado, en grupos heterogéneos, que han mezclado magnates con gente anónima, con la única premisa de la alegría.
Esa libertad Adlib, se ha ido degradando, a medida que cualquiera, con intereses individuales, empresariales o incluso editoriales, usan Ibiza como un amuleto «libertario» para negocios a corto.
No represento los santurrones, sino a la gente que eligió esta tierra por amor, que vive cada día dando su esfuerzo porque se pueda mantener la economía turística, pero sin renunciar a nuestra esencia, la antigua y la reciente, pero la mejor… la que hace de nosotros ciudadanos comprometidos con aplicar los beneficios del turismo, a mejorar la expectativas de futuro, y eso incluye decir no a determinados proyectos, que no buscan el bien de la isla, sino beneficio a costa del trabajo de varias generaciones construyendo la Marca Ibiza.
Perdona si no corro a aplaudir un reality que no es necesario asociar a nuestra marca. Recuerda que ellos necesitan la marca Ibiza, no nosotros a ellos.
Deberíamos alegrarnos de poder elegir lo que mas nos beneficia y de vez en cuando practicar el NO. Libertad no es pasaporte para cualquier lugar.
Angeles Nogales