Si algo resulta auténticamente indignante es comprobar cómo aún hay gente capaz de tratar a un semejante al que se ha causado un mal, queriendo o sin querer, peor que a un perro. Porque cualquiera puede sufrir un accidente, todos podemos tener un despiste y atropellar a un ciclista o a un peatón. Nadie está libre de sufrir un percance. Pero la diferencia estriba en cómo se comporta uno tras el siniestro. Es digno de todo desprecio aquel que, tras ocasionar el accidente, opta por largarse del lugar sin dar la cara, sin pedir auxilio, sin preocuparse por el estado de aquellos a quienes ha arrollado.
Habitualmente, quien así se comporta, un criminal en toda regla que raramente acaba recibiendo el castigo que merece, se da a la fuga porque conducía borracho o colocado. O ambas cosas. Lo hacen para evitar que les hagan el test de drogas o la prueba de alcoholemia, pues están seguros que darán positivo. Como se ve, miran únicamente por ellos y el sujeto paciente de su negligencia dolosa les importa tres pimientos. De hecho, ahí lo dejan, tendido en el asfalto, ensangrentado junto a su bicicleta. Así reviente. No cabe un comportamiento más deleznable.
Bernat Ribas, de 49 años, tuvo la mala fortuna de toparse con un desgraciado de tal calaña cuando pedaleaba en su bicicleta por el Camí de Benimussa, en Sant Josep. El miserable huyó inmediatamente, sin preocuparle en absoluto lo que había hecho, o si aquel a quien había arrollado con su todoterreno descapotable estaba bien, mal o fatal. Y si necesitaba auxilio. Le importó tres pimientos. Puso tierra de por medio y escondió el coche por ahí, en un descampado, a 10 minutos donde había segado la vida de un ciclista inocente al que no conocía de nada.
Cuando el tipejo despreciable vio en las redes sociales que habían identificado el vehículo que conducía y que era cuestión de horas que la Guardia Civil diera con él, se presentó en el cuartelillo. Encima le premiarán con una atenuante por eso, cuando debería pudrirse en la cárcel.
Mis condolencias a la familia de Bernat Ribas y mis felicitaciones a los agentes encargados de la investigación para esclarecer este crimen abyecto que no será castigado como merecería. Nunca sucede. Le quitarán el carné por unos años, una multa y adiós muy buenas. Esto sí que es indignante.
Pues va a ser que el Carnet de Conducir tampoco se lo van a poder quitar…porque nunca lo tuvo.
Este artículo empalma perfectamente con el escrito por Laura Ferrer, «Ibiza, gentuza y esperpento»
El problema es el de siempre pero…quien le pone el cascabel al gato?