Faltan menos de nueve meses para las elecciones autonómicas y municipales y el clima político es ya profundamente irrespirable, incluso para un mes de agosto.
Ni en plenas vacaciones estivales logramos apaciguar este sobrecalentamiento agobiante, sobre todo en las redes sociales, donde los políticos no descansan, creyéndose que se trata de la vida real y que es allí donde se lo juegan todo. Craso error.
Solo ellos y su claque viven pegados a la pantalla del móvil, donde acechan al rival político para soltarle las consignas recibidas del aparato del partido. Pobres infelices. Sacrifican sus vacaciones y amargan las de sus seguidores, a quienes no dejan descansar ni un instante de su particular batalla política, emponzoñando la tranquilidad que todos ansiamos y ofreciendo una pobre imagen de sí mismos.
Solo los infelices torturan al prójimo con esta matraca política que a nada conduce y que sólo sirve para crispar el ambiente. El último ejemplo lo tenemos con Podemos, que se reúne con el PP para explicarles no se qué de la transición energética. El encuentro se desarrolló de forma cordial pero al salir, unos y otros se zurran de lo lindo en las redes sociales. A todos parece interesar que el lodazal de Twitter sea aún más pestilente.
No se dan cuenta de que aburren soberanamente. Y de que Matrix no es la vida real. La batalla política no se lidia en las redes sociales. Eso es un espejismo. Mejor harían en mostrarse más educados y menos groseros y zafios.
Aunque quizás sea mucho pedir.