En octubre de 2020 los baños estaban limpios y las agendas vacías. En octubre de 2021 da gracias si hay jabón y si tienes un fin de semana sin planes hasta el 31 de diciembre. La normalidad ha vuelto y con ella la suciedad y los eventos sociales. Así es el ser humano: sucio y social.
Olvidémonos ya de la limpieza pandémica, de que haya jabón en el dispensador, papel en el WC y a que huela todo como a recién fregado. Olvidémonos de aquellas tardes de invierno junto a la lumbre viendo Netflix y leyendo libros como las hermanas Brontë pero con Internet y sin corpiño.
Normalidad es apuntarse a inglés, a baile moderno, a un taller de escritura creativa, que te salgan proyectos laborales extras y súper chulos, que tengas que decir que no a mil historias, que te explote la cabeza de nuevo, que notes los destellos de la ansiedad prepandémica martilleando en tus sienes.
Normalidad es que tengas que elegir entre un cumpleaños, una comunión, dos conciertos y una obra de teatro el mismo sábado.
Normalidad es que se te haya olvidado ya dos veces darle de comer a la gata porque estás más fuera que dentro de casa.
Normalidad es que el señor que va tras de ti en la cola del Mercadona se acerque tanto que parezca que vayamos a protagonizar un perreo nivel C.Tangana y Nathy Peluso en la Catedral de Toledo.
Normalidad, bendita normalidad, odiada normalidad. Lo mismo de siempre pero elevado al cubo por el ansia loca de todo lo perdido en los meses pasados.
Ibiza en 2022 será normal de nuevo. Residentes, trabajadores de temporada, turistas, discotecas, villas, fiestas legales, fiestas ilegales, camellos, prostitutas, puteros, yates de todos los tamaños, jets privados de todos los colores, cruceros, taxis piratas… Todo junto, más de todo y todo a la vez. Ibiza en 2022, para bien y para mal, será sucia y social.