@David Ventura/ ¡Que delicia! Toda la vida pensando que los viajes en el tiempo eran patrimonio exclusiva de la ciencia-ficción o que los hipotéticos viajeros en el tiempo no tenían más remedio que ser engullidos por un agujero negro, cuando resulta que en este país se nos ofrece unos viajes al pasado comodísimos y, además, sin pagar ni un duro.
Efectivamente, estas fiestas navideñas han sido un fabuloso viaje a los años 50. Si antes, la forzada solidaridad de estas fechas siempre iba dirigida a los pobres del Tercer Mundo o a las víctimas de grandes catástrofes, este curso 2013-2014 hemos vivido la apoteosis de los bancos de alimentos. Comida que no va a Etiopia, sino que se queda en España. Son, sin duda, unas navidades ‘vintage’, y ahora que vuelve la moda retro gracias a series como Mad Men, en el que admiramos esa elegancia de finales de los 50, qué mejor que atreverse y zambullirse en los años del Auxilio Social, cuando las intrépidas muchachas de Falange Española se adentraban en los barrios obreros marginales para repartir una hogaza de pan y leche en polvo a los más desfavorecidos.
Realmente, no hay más trendy, nada que no sea mayor objeto de culto para los coolhunters que la memorabilia del FET de las JONS. Este pasado verano, por ejemplo, España entera se cubrió de esvásticas y saludos nazis que era un primor. Una docena de miembros de las Nuevas Generaciones practicaron su particular ‘outing’ y salieron del armario con autofotos hechas con el móvil, en plan página de contactos del Badoo, pero con el brazo en alto. También hemos visto ferias populares con esvásticas a cascoporro y una fabulosa corrida de toros en Pinto en la que no faltaron los ‘heil Hitler’ ante la pasividad de las autoridades locales, que no querían amargarle la corrida al pueblo soberano.
El último viaje al pasado lo realizamos no con un Delorean, sino de la mano del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que se ha sacado de la manga una Ley del Aborto que nos pone a la misma altura que Arabia Saudí y mucho por detrás de la República Islámica de Irán, gobernada por un señor que dice que los gays no existen y que, mira por donde, resultará que es más progresista que nuestro ministro. Volvamos pues a la época que retrataba la novela -y posterior película- ‘Tiempo de silencio’, con esos abortos clandestinos en gallineros, el instrumental improvisado del matarife, la radio a todo volumen para que no se escuchen los gritos y un manguerazo para limpiar la sangre del suelo.
En fin, que lo mejor para conocer de cerca el futuro que nos espera es ver esa película futurista y adelantada a su tiempo que es ‘Plácido’ de Luís García Berlanga. Ahí verán al Fantasma de las Navidades Futuras.