@D.V./ Había pensado titular este columna como ‘Luis Aragonés, el último hombre bueno’ pero, claro, no podemos olvidar a Vicente del Bosque y “penúltimo hombre bueno” no sería un titular tan rotundo. Aragonés y Del Bosque son figuras muy parejas. Simbolizan una época en la que los futbolistas no tenían ningún tipo de glamur y en el que el fútbol era el deporte del pueblo y pertenecía al pueblo.
Los futbolistas acostumbran a ser chavales de clase humilde. Donde ahora vemos extravangantes seres que presumen de tatutajes, peinados insólitos, y que darían el pego como tronistas en ‘Mujeres, hombres y viceversa’, antes encontrábamos a señores feos y desgarbados que llevaban adherida en la piel generaciones de hambre, escasez y humillación. Miren los viejos cromos cuando Aragonés o Del Bosque eran jugadores. En esos rictus tan alejados de los abracadabrantes hipsterismos de las estrellas actuales, verán a dos hijos de perdedores de la guerra, a dos representantes de la clase trabajadora, a dos tipos humildes pero insobornablemente nobles. Eran hijos de la clase obrera, cuando en España todavía existía la clase obrera.
Del Bosque era hijo de un ferroviario socialista, cuando en la rural Castilla y León los ferroviarios eran el baluarte de la República. Aragonés nació bajo el Madrid bombardeado de 1938. Ambos supieron lo que es pasarlo mal. En casa podían faltar muchas cosas, pero jamás faltaron Honradez y Decencia, el único alimento del que podían disponer aquellos que perdieron la Guerra.
Había en Aragonés algo de indómito e irredento que hizo que la prensa deportiva -siempre servil con el poderoso y cruel con el débil- no le perdonara jamás. Aragonés era incómodo para los directivos, para los ‘señores del puro’. En el famoso Motín del Hesperia, cuando entrenaba al Barça, Aragonés tomó partido por los jugadores. Aragonés sentía la empatía inmediata con los chavales que se dejaban la piel en el campo, a quienes siempre trataba de ‘usted’ porque a la gente que trabaja hay que respetarla.
Aragonés era un español “de los de antes”. Gente buena, decente, currante, que nació en un país de mierda y lucharon a golpe de decencia para convertir este sitio en un país mejor. La Roja, ese equipo que en el año 2008 bordó un fútbol maravilloso con todo el poder mediático en contra, es un ejemplo de lo que puede dar de sí España cuando gente como Luis Aragonés se pone enfrente. Ahora, que involucionamos a pasos agigantados hacia el sumidero, ahora que cualquier atisbo de decencia, ética, honor o dignidad ha sido barrido tanto de la vida política como de la sociedad, cuando la miseria y la iniquidad de unos pocos ha acabado contagiando a otros muchos, es cuando más se echará de menos a tipos como Luis Aragonés.
Muy bueno Ventura.
Un obituari magnífic, enhorabona Ventura.
Fantástico Ventura, mejor imposible.