@H.E./ España es el país de las señoras sentadas en las sillas en las puertas de sus casas. El país de la vecina cotilla, de las tres mirillas de «Aquí no hay quien viva». El del vecino mirando desde el balcón mientras aparta la cortina lo justo para poder ver con tranquilidad. El país de «Ho haveu vist? La mare que els va parir». El país de las ideas gregarias, la desinformación, la manipulación y las opiniones de «copia y pega» que se se introducen en los debates con calzador. Si «Sálvame» y los programas de corazón son los de mayor audiencia es por algo, de hecho sólo me siento integrado en la sociedad cuando veo «Sálvame». España siempre ha sido así, las redes sociales no han cambiado nada; sólo le han dado voz a todo el mundo, cuyo acceso a ésta, depende de un sólo click de ratón. Antes la gente opinaba de todo igual, pero sólo teníamos acceso a dichas opiniones cuando algún periodista le acercaba el micrófono a un transeúnte. España es el país de los juicios para-lelos y pera-lelas. El país de los prejuicios y de las condenas basados sobre éstos. El país de las masas enfurecidas, el postureo y la Santísima inquisición.
La misma gente que ha estado despellejando, como si fuesen chacales y hienas, a los políticos y a los corruptos, ahora alza la voz por la presunción de inocencia del maquinista del trágico accidente ferroviario de Santiago; sin pararse a pensar que Bárcenas, Matas, los del caso Gürtel y cia, también tenían derecho a la presunción de inocencia; por mucho que nos moleste. Por mucha información objetiva que tuviésemos a nuestro alcance. Qué rápido parece ser que se ha europeizado un sector del país. De la noche a la mañana ya han aprendido la presunción de inocencia y a esa idea se ha aferrado el maquinista al no querer declarar. Su actitud parece la de uno que se sabe responsable y se acoge a su presunción de inocencia hasta que los demás demuestren lo contrario. Desde luego no es la de una persona que quiera ayudar a esclarecer lo ocurrido, quizás por miedo. No quiero comparar los tejemanejes de la cleptocracia con 78 muertos, pero los políticos también tienen responsabilidad en los suicidios, los desahucios, la marginalidad, el hastío, la pobreza, el hambre, la venta de armas a Estados, el saqueo a países con el beneplácito de sus gobernantes, la represión: la violencia estructurada y vertical. Otra cosa es que recaiga sobre sus conciencias.
Hace pocos meses el misterio de Justicia, Gallardón, decía que quería acabar con los juicios paralelos; y la reacción de un sector de la población era la furia e inquina sobre una decisión que creen que es para que la población no sepa qué pasa. Ahora parece que deben pedir disculpas a Gallardón y luchar mano a mano por la liquidación de los juicios paralelos, algo tan arraigado como la tauromaquia.
Otra tradición y costumbre ancestral española es la de politizar cualquiera catástrofe: De los creadores de «No ha sido Al Qaeda, ha sido ETA» llega «El maquinista no tiene nada que ver, es imposible. Son los recortes de Rajoy». Tanto prejuzgan y condenan los que quieren poner el sanbenito de culpable al maquinista sin hacer un análisis y un estudio objetivo de los hechos, como los que le quitan toda responsabilidad diciendo «pobre hombre mártir cabeza de turco». En definitiva nadie sabe cómo es ese hombre, si es un santo o una mala persona. Si lo hizo adrede o fue un despiste. Si se siente culpable o sólo quiere eludir una condena. Lo que si se sabe es que es un hombre acostumbrado a ese trayecto y que sabe que el sistema de esa vía en ese tramo se llama ASFA; y que te avisa cuando vas a mucha velocidad, pero no te frena. Ese tramo de vía no tenía el sistema llamado ERTMS, que directamente te frena cuando sobrepasas la velocidad. ¿Debería ese tramo tener ERTMS? Podría haberlo tenido, pero no lo tenía y el maquinista lo sabe, por lo cual, actúa en consecuencia.
El mismo sector que ahora clama al cielo la presunción de inocencia, parece que quiere achacar toda responsabilidad al gobierno y a los recortes de la tragedia y que éste sólo quiere hacer responsable al maquinista para que no se trunque la posible venta del AVE en Brasil y en otros países. Bien, hay que dejar claro que el accidente no es en un AVE sino en un Alvia híbrido que se caracteriza por poder ir tanto por las redes del AVE como por las redes convencionales. No hay un trayecto AVE hasta Santiago, sino unos carriles de AVE sin finalizar donde aún no puede ir un tren de Alta Velocidad, pero sí un híbrido. La premisa de que el accidente ocurrió porque la vía no está finalizada es falsa.
Parece ser que la hipótesis del fallo humano coge fuerza: El sistema de seguridad le avisó, pero el maquinista no frenó. ¿Por qué no frenó? No se sabe, pero parece que él nos dé la respuesta: «Somos humanos. Somos humanos». No hace falta ser un experto en trenes, pero sí informarse un poco de los sistemas de seguridad y de las vías si se quiere opinar y no decir que toda la culpa es del sistema de seguridad o del maquinista. Ambos se complementan: Si el maquinista falla, el sistema de seguridad corrige o le avisa del error. Creo que simplemente se le olvidó que estaba en un tramo en el cual el tren no frena solo y por mucho que haya fallado el sistema de seguridad, el maquinista está para algo. Sea su culpa o no, he de deciros, defensores del hombre, que no se puede hacer el cabra con el coche y luego decir que no te ha saltado el airbag.
RENFE y ADIF son responsables de los trenes y de las vías, de la revisiones y de que ambos funcionen bien. El maquinista es responsable de bajar la velocidad del tren 4 km antes del trágico accidente para poder tomar la curva a 80 y no a 190. «Navaja de Ockham» (Guillermo de Ockham 1280-1349): «cuando varias teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja» Todos sabemos las trágicas consecuencias y de las mil teorías, y pareciendo que todos los sistemas funcionaron bien, la más simple es que o se le olvidó empezar a frenar o que los frenos no respondieron (esa misma mañana fue revisado el tren).
Salvando mucho las distancias, es como el fútbol: El presidente delega la responsabilidad al director deportivo, el director deportivo al entrenador y éste a los jugadores; y en el caso de fracaso, el primer destituido es el entrenador. El maquinista tiene la responsabilidad de frenar y tomar la curva a la velocidad que toca y Adif y Renfe de otorgar dicha responsabilidad a sólo una persona que ya no es que se pueda desmayar (existe un botón que ha de pulsarse cada 15 segundos para constatar que el maquinista está bien. Si no se pulsa, a los pocos segundos se frena el tren) sino que pueda tener un despiste y ser carne de cañón para la fatalidad. ¿Y si se hubiese desmayado justo al tomar la curva? Si hubiese ido a la velocidad que le toca desde 4 km antes del accidente, no hubiese pasado nada.
Responsabilidades. Responsabilidades que se otorgan y culpas que se lanzan los unos a los otros para tener algo que echarse en cara mientras degustan unos canapés y champagne sobre las tumbas de 78 muertos, decenas de heridos y familias rotas como espejos en mil pedazos. Ésto ya no es una opinión. Es una realidad.