En la actualidad, el fenómeno de la desinformación ha cobrado una relevancia desmedida, en parte por la expansión de internet. Sin embargo, no se trata solo de un problema tecnológico, sino también de una cuestión psicológica y social. Así lo señala el politólogo argentino Andrés Malamud: “la gente no se quiere informar, la gente se quiere sentir informada”. Esta afirmación refleja el comportamiento de muchas personas, quienes consumen contenido que confirma sus ideas preconcebidas y reafirma sus prejuicios, en lugar de buscar datos objetivos o análisis críticos. Uno de los elementos clave de este fenómeno es la tendencia a consumir información que refuerza emociones y responde a inquietudes inmediatas de manera simplificada. Los estudios sobre las cámaras de eco explican que “la gente busca información que coincida con sus puntos de vista preexistentes, ya que esa información no solo es más fácil de procesar, sino que también satisface una necesidad emocional de pertenencia y certidumbre”.
En este escenario, las personas evitan datos que contradicen sus creencias y prefieren rodearse de opiniones que validen sus posturas. La posverdad se caracteriza por la «despreocupación por los hechos y la preferencia por la simplificación extrema». Las explicaciones complejas y matizadas resultan incómodas o difíciles de procesar para muchos, por lo que las narrativas simples y aparentes verdades indiscutibles tienden a ganar terreno incluso cuando son falsas o distorsionadas. En este caldo de cultivo, la derecha y la extrema derecha han sabido aprovechar esta realidad, capitalizando la tendencia de las personas a querer sentirse informadas y a consumir narrativas simplificadas y cargadas de emotividad. Existen multitud de movimientos de derecha populista que han utilizado con éxito la desinformación para crear un relato que apela a las emociones más viscerales y a los miedos, frustraciones y cabreos de la población. Esta estrategia, ha sido eficaz para movilizar a grandes sectores de la sociedad, especialmente aquellos que se sienten excluidos o amenazados por los cambios sociales y económicos. Es justo admitir que el proyecto neoliberal, que alguna vez prometió prosperidad, falla como una escopeta de perdigones y es un absoluto fracaso, lo que amplifica el descontento.
La derecha y extrema derecha han sabido conectar con esta lógica, al construir narrativas que apelan a ese resentimiento y a la nostalgia por un pasado idealizado. Al hacerlo, promueven la idea de que solo ellos, como portadores de la «verdad», pueden proteger al pueblo de las amenazas externas e internas. Esta estrategia se basa en la creación de «falsas élites». Los líderes de estos movimientos, aunque carezcan de conocimientos especializados, se presentan como las voces auténticas del pueblo, despreciando el conocimiento científico y académico, y posicionándose como una alternativa a la “élite oficial”. De esta manera, la derecha y la extrema derecha refuerzan la idea de que solo ellos poseen la verdad, lo que fortalece la polarización, haciendo difícil o imposible el diálogo democrático que es lo que pretenden.
Lo peor de este panorama es que esto ha contribuido a la pérdida de identidad de la izquierda, que aparece cada vez más desdibujada y como una mancha abstracta difícil de definir y sin una respuesta clara frente a este reto.
Por Samaj Moreno
Sin lugar a dudas. Un claro ejemplo ha sido la maniobra de pinza de el partido gobernante en la islas. Eliminación de la oficina anticorrupción y postureo informativo. Aprendieron muy bien la lección con la ostia de la corrupción que les costó muy caro. No han cambiado, han evolucionado, pero en la misma línea. Es de sonrojo leer las noticias que redactan algunas administraciones locales para que la cuelguen en los medios locales. El asfaltado de unas calles te lo venden como un acontecimiento que salvará vidas, redactado para un lector infantil y fácil de complacer para continuar con su apoyo. De las noticias sobre los problemas reales pasan de puntillas y omitiendo muchas de ellas para no alarmar a la población. Este verano ha sido apoteósico. Ahora empiezan con las noticias de lavado de cara de la isla para prepararla para el verano que viene sin tomar ninguna medida de calado para afrontarlo y seguir igual.
No se va a hacer absolutamente nada, a parte de posturear con noticias infantiles de medidas a adoptar, para la próxima campaña.
También es verdad que el lector y los votantes tienen muy poca memoria, y saben perfectamente que lo que les salva las campañas políticas de las elecciones son los últimos tres meses, que es cuando hacen el grueso de las inversiones y es con lo que se queda el populacho.
Siento decir que la izquierda no es inmune a la polarización y a dejarse llevar por las emociones.
Como ejemplo les puedo poner la manera infantil con la que se comunica Yolanda Díaz, cómo Oscar Puente es utilizado como un perro rabioso para que Pedro Sánchez quede como un moderado, o cómo el núcleo duro de Podemos está defendiendo a Maduro en las últimas elecciones venezolanas.
Y este artículo tan partidista ¿No sirve para lo mismo que denuncia?