No resulta fácil volver a tratar por escrito sobre la actualidad pitiusa, especialmente cuando tratas de desentrañar los porqués de cada asunto. Suceden en nuestra biinsularidad cosas que en principio resultan, por lo menos, desconcertantes. Especialmente cuando procuras entender los intríngulis de la política insular. No son Eivissa y Formentera un caso inédito en el mapa estatal, donde reina la mayor de las confusiones. El hecho diferencial reside en que los perros son aquí los mismos desde hace lustros y los collares que lucen o deslucen proceden de idéntica factoría, pero están empezando ya a desteñir.
Tanto color han perdido que casi hay que someter a cada representante público a una prueba del algodón para descubrir su auténtica y oculta filiación. Además de descubrir a qué siglas responden su ideario y sus líneas de actuación ahora hay que preguntarles a qué corriente o subdivisión de su formación obedecen sus decisiones y acciones. Son tantos los frentes abiertos en todos los partidos, tantos y aparentemente irresolubles los enfrentamientos entre correligionarios (je!, je!) que dan ganas de repetir aquella amenaza pronunciada hace años por Alfonso Guerra: «El que se mueva no sale en la foto».
Hay corrientes opcionales para todos los gustos y para tantos disgustos que casi podría afirmarse que más que partidos políticos tenemos hoy formaciones trituradas o papilla política, Potitos de partido, una auténtica atomización en virtud de nadie sabe qué. Los votantes pueden elegir entre adscribirse a la corriente crítica, la oficialista, la oficiatonta, la vicentserrista, la pepesalista, la campillista, la joanbonedista, la conciliadora, la disidente, la desestabilizadora y así hasta llegar a corriente de pensamiento por militante, sea cual sea su casa madre. Las grandes iniciales por las que antes nos guiábamos, PP, PSOE y demás, hoy son sólo tapaderas de un complejo laberinto que requiere de una logística especial para recorrer sus intrincados vericuetos.
De seguir por este camino pronto resultará más fácil que se creen alianzas entre los oficialistas del PP y los críticos del PSOE o viceversa que entre dos miembros de un mismo partido. Cada una de estas agrupaciones tiene más corrientes que la casa de las mil puertas y ventanas abiertas. Se ha creado en estos tiempos un auténtico tutti fruti, que diría el gran Antonio Marí Calbet. Lo malo del asunto es que el cóctel de sabores resulta absolutamente insípido, cuando no cansino. Algún ingenuo podría preguntar a sus responsables cómo pretenden arreglar nuestros problemas si no saben secar siquiera los fregados que tienen en su propia casa.
Todo ello supone, además, una posible estafa a los electores, que cuando acudan a las urnas, van a encontrarse veinte o treinta opciones diferentes bajo tres o cuatro siglas consolidadas. Para entonces, los encargados de confeccionar las listas habrán sido encerrados ya en un frenopático al tener que introducir en las candidaturas nuevas variables a las ya clásicas cuotas por sexos, municipios y adhesiones personales. Si esto, la diversidad de pensamientos (?) en una formación política, no es democracia real, que San Olof Palme y el beato Adolfo Suárez nos cojan anestesiados. Así sea. Bienvenidos a esta su nueva casa.