En esta nueva entrada me gustaría reflexionar sobre un elemento conceptual que me parece muy básico, pero que gran parte de la psicología y de las concepciones del discurso imperante de hoy en día tal vez no tiene demasiado en cuenta, al precio de no poder resolver aquello por lo que las personas sufren.
Actualmente se tiende a considerar desde muchos ángulos el malestar psicológico y sus síntomas (angustia, tristeza, apatía…) como disfunciones de algún mecanismo biológico de nuestro cuerpo, como trastornos perfectamente asimilables a otras enfermedades orgánicas, que apenas nada tienen que ver con el sujeto que las sufre, como una lotería en la que él nada tiene que ver.
Si la biografía, la historia o la niñez del sujeto que sufre no tiene apenas nada que ver con estas ‘disfunciones’ entonces no es necesario investigar nada ni preguntarse nada sobre uno mismo. Por lo tanto estas son perfectamente resolubles por medio de alguna medicación o de algún manejo psicológico tendiente a suprimir este malestar y punto, como si se pudiera arrancar de cuajo.
El problema es que este procedimiento no funciona.
La química, aunque pueda aliviar, no hace más que esconder y sepultar algo que en cualquier otro momento de la vida puede volver a surgir, porque en realidad no se ha elaborado, no se ha ‘tratado’ y, por lo tanto, en última instancia, no ha podido ser comprendido.
La química, aunque pueda aliviar, no hace más que esconder y sepultar algo que en cualquier otro momento de la vida puede volver a surgir
Mi enfoque y mi comprensión de la cuestión tiene que ver con el enfoque casi contrario. El sufrimiento y el padecimiento del sujeto está enraizado en su historia de una manera que le crea problemas. En este sentido será fundamental abrir todas las vías de investigación posibles de cara a que esta persona que sufre y nos pide ayuda pueda ir movilizando, descubriendo, abriendo, desvelando, y finalmente, modificando aquellos aspectos con los que tiene problemas y que le crean dificultades.
Evidentemente en este recorrido, la persona que consulta hace un importantísimo trabajo sobre si misma, que por momentos puede ser doloroso o incómodo, pero que tiene que ver con responsabilizarse se su propia existencia y limitaciones, algo que marca una dirección en el sentido de la responsabilidad y la ética personal de hacerse cargo.
Algo muy distinto de las soluciones ‘ilusorias’ que la química plantea, a veces aliada con enfoques psicológicos que fantasean que el sufrimiento humano se puede simplemente suprimir, cortar, sin necesidad de una implicación del sujeto en la investigación de su sufrimiento.
El recorrido a través de esta actitud ética y de responsabilización del sujeto en su propio sufrimiento será la clave en aras a que pueda advenir algo distinto en lugar de ese malestar.
Joan Escandell Salvador
Psicólogo de la Clínica Iniciativas Médicas de Ibiza y Formentera