Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar:
Ya sé que hace tiempo que nos les escribo, pero desde que soy autónoma no tengo tiempo ni de beberme un vaso de agua sin que me entre el hipo. Así que les ruego que sean condescendientes y no tengan en cuenta mi silencio, que se debe al trajín más que a la falta de fe en sus Mágicas Majestades.
Este año no les voy a pedir nada material, para que vean que soy más buena que Angelina Jolie cuando se calza la gorra de visera y se va a hacerse fotos con los negritos. Este año quiero que me traigan la República. Tal cual, sin aditivos, ni colorantes, aunque sí con conservantes, para que nos dure bastante más que la Segunda, que fue un visto y no visto, para después caer en un fundido a negro que todavía hoy colea en forma de Valle de los Caídos, leyes anti-manifestación…
Como estarán desconectados y no sé si a Oriente llega el ¡Hola!, les explico que el rey está hecho un cisco, operación tras operación, aunque nos vendan que es un superhéroe con huesos de titanio pagados por los españolitos. La reina, pues a su bola y sosteniendo la cornamenta bajo la corona, como siempre. Felipe y Leticia, dejándose ver más de lo que desearíamos que fueran vistos. Elena, a la sopa, boba.
Pero lo peor es lo de Cristina e Iñaki. La pareja feliz, esa que fabrica niños de catálogo de Ralph Lauren. Cristina e Iñaki, dos personas con la vida solucionada, regalada y fácil, con la luz pagada de por vida, se metieron a mangar como si no hubiera un mañana. Sacos y sacos de pasta gansa que salía de los contribuyentes, una vez más, como si no tuviéramos a nadie más a quien pagar que a estos dos payasos que no dan un palo al agua. Y a Iñaki algún marroncete judicial le caerá, pero nada grave, nada que le haga dejar de sonreír. Pero a Cristina no, porque su padre es el rey y aunque no sea mago, como Vuestras Majestades, es un ilusionista del carajo y ha forzado lo nunca visto, el non plus ultra de los juegos de manos: que Hacienda haga la vista gorda a su hija e incluso dé por buenas unas facturas que en un principio dijeron que eran más falsas que un duro sevillano.
Por lo único que me sabe mal que borren a esta gente de un plumazo es por Froilán, porque creo que es el único Borbón que nos daría alegrías. ¿Lo conocen? Es el que repartía estopa en la boda del príncipe a todos sus primos, el Borbón con el gatillo más rápido en esta orilla del Mississippi. También amenazó a uno de los hijos de Cristina con el hierro de un pincho moruno y ahora es tiquetero de las galas juveniles de una discoteca de Madrid. Froilán sí es un crack, pero si tenemos que renunciar a él por dar un pasito más en favor de la democracia, pues ya le buscaremos un trabajo en un reality y que nos siga dando alegrías.
Termino ya diciéndoles que sí, que este año he vuelto a ser mala, pero sé que ustedes, Graciosas y Mágicas Majestades, no esperan otra cosa de mí.