Pocos sabían el sendero que entraba en el pueblo. Algunos sí que la escucharon a cantar y tan sólo unos pocos conocían de dónde recogió las semillas del jazz. Unos dijeron cerca de los jardines de la universidad; otros, en los pequeños restaurantes cercanos al mar y, una vez más, tan sólo unos pocos sabían que de la tierra provenía.
Cierto que los personajes que reflejé en los últimos años en las narraciones, aunque carecían de la alegría que la vida nos brinda y nosotros somos libres de acogerla o no, sí que se abrían a la esperanza y a una mejora.
Cierto también que Irina y otros seres imaginarios disfrutarán ahora de guiones vitales más acertados con su vida, después de escuchar a la cantante ese afortunado día con los que asistí al concierto.
Y aconteció que a la plaza llegasen gentes de otros lares y la gente escuchó. Escuchó satisfecha sin ver el arcoíris, sin sentir la llovizna que llegaba o sin descubrir tampoco los olores del campo pues la belleza residía ahora en la voz de la solista. Y de esta suerte y por primera vez observé que se abrían las ventanas de los primeros pisos y de las ventanas acercaban plantas y flores para embellecer más el escenario y en estas mismas ventanas aparecieron niños que, años atrás, se divertían en la plaza y que, asomando sus ojos, encontraron ese día un mayor goce estético.
Lo que sorprendió también de este domingo de lluvia y sol fue que aguardando el público a que la solista cantara, acercaron de imprevisto un contrabajo para que acompañase a la cantante y un violín y una guitarra la flanquearan.
Y Rebecca de Orleans silenció esta tarde a todos los cantantes que la precedieron y nada más importó porque la belleza estaba en nuestras caras y en las niñas que se dieron la mano y también en el coro de niños que pronto entendió que aquel escenario era hoy su hogar.
Una vez apagadas las luces que la enfocaban, que la sentimos cercana a nosotros y ya lejos de los atributos que la escenografía le otorgaba, comprendimos que era tan mortal como nosotros mismos pero con la diferencia de que su canto era su alma y esto la trascendería.