Sasha, poeta y trabajador de la breva, pensó que encontraría sus poemas en los sueños que tenía así que guardó un verso más en la caja y cerca ya estuvo de terminar su gran poema.
Nuestro ya amigo se sumó a aquella sociedad no como un miembro más pero sí saboreó los aromas de los más elegantes cafés que siempre le venían de atrás y por esa razón y con el saber de los años, comprendió que el poema y la breva serían parte fundamental de su naturaleza.
A su ya intenso trabajo de encontrar los versos para su composición, se le añadió el problema de pintar su nuevo hogar con unos colores que destemplaban con las casas vecinas y después de varias disputas con algunos vecinos que cerraban los ojos ante tal desafío, pintó su morada con los colores que siempre quiso.
Pintó su hogar con los colores del arco iris, la fachada no de violeta sino con el violeta que vió ese día en el mismísimo arco, así lo contó antes de que el color se perdiera en el cielo. De verde las ventanas y el rojo en la chimenea.
Era su caminar un encuentro con lo oculto. Así en sus andares por aquellas tierras, una concha marina le recordó repentinamente que en aquel lugar transcurrieron los hasta ahora mejores años de su existencia. Escarbó allí y de sorpresa en sorpresa fueron apareciendo restos de carrizo y algún que otro trozo de brezo, además de la concha.
Señaló la tierra que rodeaba sus sandalias y al alzar la concha quiso demostrar lo apegado que se sentía con lo que había construido.
Yace aquí desde muchas primaveras ya una cabaña que construí yo mismo, una cabaña de pastores que existió antes que vosotros y de la que poco sabéis.
De tan sólo aquellas matas y la concha, Sasha recordó hechos que sucedieron en aquella cabaña.
Como Sasha no era de la ciudad, aún no había entendido que, aunque la gente, por lo general, suele ser buena, también es indiferente a los avatares de sus congéneres, por tanto cuando creyó que disponía de los versos para crear su gran poema, rápido acudió a las imprentas para que el mundo supiera de su arte. Pero la imprenta y sobre todo los impresores perseguían un destino mayor, pues eran momentos de campaña electoral.
Y así transcurría, entre poema y breva, la vida de Sasha.
Convencido de que él era poeta, decidió no luchar contra la vida y sí colaborar.
Se le vió pensativo poco antes de que la campaña electoral se iniciara. Paseaba por los parques infantiles, unos parques que, aunque seguros para los niños, crecía la hierba y le llenaban de nostalgia.
Sasha, hombre de poemas y brevas, llegó a la fama con los mejores pensadores del momento: sus poemas aparecieron pegados en las paredes del país cerca de grandes programas sociales. Los poemas de Sasha se leyeron en todo el estado junto a los programas sociales que los distintos candidatos al poder ofrecían a la población.
Jaume Torres