@Susana Prosper/ Estoy desentrenadísima en esto del enfado serio. Llega a tal punto mi desentreno que el otro día me enfadé mucho y acabé teniendo agujetas en los muslos. Para entrenarse en este arte, como en cualquier otro, se necesita constancia. En este caso tendría que enfadarme a menudo, pero no tengo motivos. También podría enfadarme aposta pero, ¿a quién le apetece hacer eso?
Hubo un tiempo en el que se me daba de maravilla discutir. Tenía yo unas tablas que ya las quisieran muchos. Me ponía firme, digna, seria y me salía toda una retahíla de argumentos a cual mejor, pero desde que me retiré a vivir al campo, vivo tan tranquila que no discuto con nadie y he perdido toda la práctica.
Tenía yo unas tablas que ya las quisieran muchos. Me ponía firme, digna, seria y me salía toda una retahíla de argumentos a cual mejor, pero desde que me retiré a vivir al campo, vivo tan tranquila que no discuto con nadie.
La otra mañana unos paseantes de domingo que aparecieron por mi casa consiguieron enfurecerme. No os voy a entretener contando el motivo de la bronca, pero sí os cuento que me sacaron de mis casillas. Lo que más rabia me dio fue comprobar el grado de flacidez muscular que tengo ante la indignación. Ahí estaba yo, seria, con la cabeza preparada para sacar por la boca argumentos de peso, pero el cuerpo de pronto se desbarajustó a lo “rompan filas” y enturbió mi discurso. Aún así, dije todo lo quería decir, pero me sentí como una mala actriz que se sabe el papel de memoria y lo suelta del tirón, aún sabiendo que está actuando fatal.
Resulta que ahora, cuando la rabia me enciende me empiezan a temblar los muslos, la voz y hasta la barbilla. ¡Un espanto! Hace que no coincidan mis palabras con mi actitud. Queda fatal. La mente se carga de razón y de razones, que afortunadamente acabo diciendo, pero los músculos, las articulaciones, los nervios y todos los órganos, se ponen tan a mil también que parecen tontos. Les entra un tembleque ridículo que desprestigia mi firmeza argumental y encima parece que es que tengo miedo, cuando es todo lo contrario. Queda todo descoordinado, quita credibilidad a mis palabras, en fin… ¡Una puesta es escena nefasta!
Se me junta el enfado exterior con el mío interior, de verme así, y me crea un lío de furias, de espasmos, de rabias y de corajes, que cuando salgo del entuerto tengo unas agujetas espantosas. Estoy pensando que voy a hacer gimnasia o algo de eso. Ya que no tengo ninguna gana de enfadarme para entrenar, al menos con unos ejercicios musculares conseguiré estar más tonificada y así si algún día, espero que no, tengo que volver a sacar a la bruta que llevo dentro, al menos consiga que el cuerpo se quede tieso como un palo. Si no le pido más.
Se me junta el enfado exterior con el mío interior, de verme así, y me crea un lío de furias, de espasmos, de rabias y de corajes, que cuando salgo del entuerto tengo unas agujetas espantosas.
¿Mira que si es por eso que ahora todo el mundo hace deporte? Y yo, aquí en mi limbo, pensando que era por salud.
Como postdata diré que mientras escribía este texto, ha llegado una pareja de paseantes la mar de encantadores. Han aparcado el coche cerca de casa y hemos charlado un buen rato. Afortunadamente, la gente que viene por aquí suele ser así. Imposible entrenar un enfado. Por poco que me apetezca tendré que hacer deporte.
Otro motivo más para no enfadarte es que salen arrugas, así que sige así .
Nada, nada, los enfados no compensan en absoluto