Contesté al teléfono: “Hola, ¿sí?” Tras un silencio, una voz de hombre dijo “Creo que se ha equivocado”. “¿Cómo me voy a equivocar si no he llamado yo?”, contesté asombrada. Volvió a haber un silencio y la llamada finalizó con un seco “Disculpe”.
Me reí al colgar, pero me quedé pensando en lo común que es echar la culpa a otro. Este señor me culpaba a mí de su error al marcar un número de teléfono, y se quedaba tan pancho. Es probable que esté acostumbrado a hacer cosas así. Mucha gente está acostumbrada a no ser culpable nunca y llegan incluso a creérselo.
Hace muchos años trabajé en una empresa muy grande. A los pocos meses de empezar allí, un día, de pronto, me pidieron cuentas de un dinero que yo no había visto nunca. A la contable no le cuadraban los números y ante el susto juró que me lo había dado a mí para que yo hiciera unos pagos. No era una cantidad enorme, pero en caso de verme obligada a abonar ese dinero de mi bolsillo, mi pequeña economía doméstica se iba a ver muy desastrada. Recuerdo la impotencia y la rabia de ver que me estaban acusando de algo que era totalmente falso. El tema duró varios días y a medida que pasaba el tiempo me iba sintiendo cada vez peor. Yo era la nueva, era más fácil sospechar de mí. Todos los demás llevaban años allí trabajando.
Una tarde, no podía más con esa angustia y me fui directamente a hablar con el dueño de la empresa. Llamé a la puerta de su despacho. Me hizo pasar, me senté a su mesa y le dije muy seria “No me he quedado con ese dinero. Es más, nunca me lo dieron. Sé que es mi palabra contra la de la contable, pero le diré algo: Si un día le faltan mil millones búsqueme, pero por esta nimiedad de la que se me acusa, no.” Me miró fijamente durante un rato y le dio un ataque de risa. A mí también. No tengo pinta de raterilla y mucho menos de mafiosa, por lo que aquella parrafada no pegaba en absoluto conmigo, pero hizo efecto. Al cabo de los días, apareció el dinero. La contable dijo que el sobre con los billetes se le había traspapelado entre unas carpetas del archivo. Nunca supe muy bien qué es lo que había ocurrido realmente.
Le diré algo: Si un día le faltan mil millones búsqueme, pero por esta nimiedad de la que se me acusa, no.
Qué fácil es acusar y qué difícil es defenderse.
Hay gente que por evadir responsabilidades, si no hay un alguien cerca al que pasarle el muerto, llega a echar la culpa a cualquier cosa: al destino, a los dioses, a las energías, al cosmos, al cha cha chá, al boogie… el repertorio es de lo más extenso. Está claro que asumir una culpa no es plato de gusto, pero sinceramente creo que reconocerla es la única forma de aprender. Siempre he pensado que dignifica a quien lo hace. Aunque también hay que tener clase para hacerlo, no vale un simple “Lo siento. Me he equivocado. No volverá a ocurrir” con cara de pena y vocecilla de Rey pillado en falta. Ni tan sacrificadamente como Albert Hammond, pidiendo que se le eche a él la culpa de lo que pase. ¡Tampoco es eso, Albert!
Lo que sí me gustaría saber es quién es el culpable de que ahora en la tele se utilice siempre el verbo “culpabilizar” en vez de “culpar”. ¿Será que a más largo el verbo más grande la culpa? Mientras no encontramos al culpable, siempre podemos acusar a Mame, como hacia mi adorada Rita Hayworth en Gilda. Muchos piensan que Rita se culpaba a lo Albert Hammond:“Put the blame on me” (échame la culpa a mí), pero no es así. Jugando con la pronunciación, ella también escurría el bulto y a la pobre Mame la culpaba hasta del terremoto de San Francisco. Eso sí, nunca he visto a nadie culpar a otro con más estilo.
Lo que está claro es que lo de “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa” hace mucho, pero mucho, que no se lleva.
¡Me ha gustado mucho el articulo!
Gracias Nikitta!
Te ha salido redondo como siempre, tienes mucha razón, siempre escurrimos el bulto.
Sí, Puri. Se nos da fatal lo de asumir errores.
Blame, as fine as a cobweb, yet the sun can shine through, Thanks, a pleasure to read. As for the use of English, just blame it on ….
Thanks a lot Bob. «Blame as fine as a cobweb,yet the sun can shine through» Love that! 🙂
M’ha agradat molt el teu article, Susana, de debò. I m’has fet recordar les declaracions de l’autor d'»Elogio de la culpa», l’argentí Marcos Aguinis: «Pese al dolor que pueda causar, ya que es un sentimiento que en ocasiones puede generar patologías, la culpa no tenemos que borrarla del todo. Quien no tiene culpa es un psicópata, un ser que no conoce freno para sus maldades». I en contraposició, no oblidem que cada vegada més les consultes del metges están plenes de gent angoixada i deprimida per culpa d’un sistema on si no som perfectes en tot -a la feina, amb la familia, en les relacions socials, etc.- ens sentim poc menys que delinqüents. Com sempre, la virtut es troba en el punt mig. I si això no és veritat a mi no em mireu: donau-li la culpa a Buda.