Perdonen que insista en mi defensa de la reapertura al tráfico marítimo comercial de la Estación Marítima de Sant Antoni de Portmany. En primer lugar, expondré el argumento a favor: ¿qué lo impide? ¿Qué norma hay que prohíba la entrada y salida de ferris provenientes de otras islas o de la península? A falta de prohibición, se entiende que ha de concederse la solicitud de Baleària, más aún cuando hasta hace poco tiempo había navieras operando regularmente en una estupenda y preciosa Estación Marítima que se construyó para eso. Y si no se quería que hubiese barcos comerciales en la Bahía de Portmany, pues no haberla construido y todo eso que nos hubiésemos ahorrado.
Analicemos los argumentos en contra de que Ports de les Illes Balears, dependiente de la Conselleria del Mar y del Ciclo del Agua del Govern de Marga Prohens, dé su visto bueno a la pretensión de Baleària de reanudar su operativa en Sant Antoni con el fast ferri Cecilia Payne.
Se dice que el propio presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Marí, ha apuntado a que esta nueva línea marítima “no está en la hoja de ruta”. ¿En la hoja de ruta de quién? Desconocíamos que la institución insular tuviese competencias en la materia y tampoco sabíamos que una naviera de capital privado tuviese que someter sus planes operativos a las autoridades no competentes en el asunto, de forma que los incluyesen en su “hoja de ruta”.
Es más, no es preciso que lo que quiere hacer una empresa privada en el legítimo ejercicio de sus actividades e intereses que le son propios, figure en la “hoja de ruta” de un gobierno insular. Eso se lo dejamos a los gobiernos intervencionistas y prohibicionistas de la izquierda, a quienes hay que preguntar siempre si dan su plácet o no lo dan.
Sobre la futura regulación de llegada de vehículos a la isla de Ibiza, cuando haya un texto legal aprobado por el Parlament, cosa que no se prevé de forma inminente, como es de ver, entonces ya le exigiremos a todo el mundo que cumpla con lo que allí se disponga. Pero mientras tanto, aludir a dicha regulación de llegada de vehículos, es extemporáneo e improcedente.
Las opiniones de otros colectivos, como la Asociación de Hoteleros de Sant Antoni, o la Asociación de Comerciantes de Sant Antoni, son muy respetables, pero podría pensarse que consideren de su propiedad el Puerto de Portmany. Y se da la circunstancia de que en absoluto es así. Del mismo modo que el Puerto de Ibiza no es de los vecinos del municipio de Vila, ni el aeropuerto lo es de los habitantes de Sant Josep.
Aquellos que vaticinan el fin del mundo y la muerte de todo rastro de vida, por microscópica que sea, en la Bahía de Portmany, recordarles que únicamente se ha solicitado operar del 14 de junio al 30 de septiembre, con un barco a Dénia al día y cuatro semanales a Palma. No parece nada exagerado cuyas consecuencias puedan ser calificadas, en un alarde de catastrofismo injustificado a los que ya estamos acostumbrados, lamentablemente, de catástrofe medioambiental. Vamos, que no es una bomba nuclear.
Con respecto a la legión de personalidades políticas, intelectuales y sociales que se declaran contrarios a la llegada de ferris de Portmany, sus opiniones sontodas muy valiosas y muy apreciadas, pero no valen más que la mía o la de cualquier otro vecino, dicho sea con todo el respeto.
Una última reflexión antes de declarar el “¡abran fuego!”. Si el PP tiene intención de llevar a cabo las mismas políticas liberticidas e intervencionistas que la izquierda, será bueno que lo expliquen muy clarito a sus votantes.
Por Joan Miquel Perpinyà
No insista Sr Perpinya !!!
Me pregunto cuántas de las personalidades contrarias al barco salen y entran de la isla varias veces al año en avión, y nunca en barco. Así es muy fácil decir «eso es malo para la isla».