“Hay alguien de Ibiza. Necesito ayuda urgente”, reza el mensaje. Hace más de un mes que no sabe nada de su hermano, desde que partió en una embarcación ilegal rumbo a Baleares el 30 de diciembre. Tiene 24 años y es de Argelia. Desde entonces, nada. Pregunta por la prisión, por hospitales, centros de internamiento… No habla bien el idioma, pero la tristeza y la desesperación son universales. “Quiero saber si está vivo o muerto”, escribe.
Miro en las noticias y encuentro que ese mismo día llegaron tres embarcaciones a la costa de Ibiza y Formentera. Tal vez, pienso. Desde Cruz Roja confirman la llegada de varios botes en esos días, sin embargo, en las mismas fechas también hay un gran número de desaparecidos. La Protección de Datos lo pone muy difícil, como siempre, pero hoy tiene más lógica. “No podemos facilitar información, aunque tengas el nombre y una fotografía. No sabemos quiénes le están buscando. Son muchas las veces que vienen huyendo”, lamentan también desde la Policía Nacional y la Guardia Civil. Nunca se sabe. La comunicación con quien dice ser el hermano del joven desaparecido es difícil. “Tenemos un intérprete árabe que puede explicarle el procedimiento para interponer una denuncia y que podamos buscar el paradero del joven en el sistema”, informan desde Cruz Roja. Le facilito el número e, impotente, continúo con mi día.
Reuniones, notas de prensa, llamadas. “¿Le encontrará?”. Correos, meetings. “¿Estará vivo?”. Hago la comida y saco a mi perra y me veo de nuevo Patras, Grecia. Escombros, jóvenes, mafias, fronteras. Me envía la foto de un supuesto rescate de dos pateras con 33 personas de origen argelino a bordo. “Ibiza y Formentera, pone”, insiste. Le remito a la embajada de España en Argelia, a la Embajada de Argelia en España, a la Media Luna Roja, al Ministerio de Asuntos exteriores. “Mi hermano, en Francia, hizo todos los trámites y nada. Fuimos a la Media Luna Roja, a la embajada y al Ministerio de Asuntos Exteriores, pero hasta ahora sin éxito”, responde desolado. Le ofrezco contar su historia, escucha y empatía en forma de palabras vacías que no cambiarán nada. “Mi familia está psicológicamente destruida. Mi hermano no nos dijo que salía del país, lo hizo en secreto. Lamento molestarte, querida. Gracias por tu ayuda”. Y pone fin a la conversación.
Solo en 2024 llegaron a Baleares 5.596 migrantes en 333 pateras. A nivel nacional, la cifra asciende a 14.432 personas.
14.432 familias rotas por el miedo. 28.864 madres y padres destrozados.
Infinitas alegrías al saberles vivos.
Sabemos cuántos llegan, pero ¿y cuántos no?
Carmen Pi – enpararelo