He de reconocer que, tras presentar su primer análisis y las conclusiones que éste arroja, me ha sorprendido el Sistema de Inteligencia Turística de Ibiza. Incluso diría que se ha revelado como una herramienta ciertamente más inteligente de lo que se podría suponer, a tenor de la inutilidad exhibida por institutos de corte similar que existen en otras latitudes.
Su estudio, lejos de proporcionar una coartada más para que todo siga igual a quienes manejan los hilos de la industria, pone en evidencia las inquietantes lagunas del actual modelo turístico. Pese a proporcionar unos datos económicos que, a grandes rasgos, ya quisieran para sí en cualquier otro lugar, revela que existe un peligro evidente y real a medio plazo, que puede provocar el hundimiento de más empresas y un mayor empobrecimiento de los ibicencos.
En realidad, sus conclusiones contienen mensajes parecidos a los que algunos venimos propagando desde hace años, a pesar de no contar con una plataforma de datos detrás que los sustenten. Resultan de perogrullo, sin embargo, si se analiza la deriva que lleva la isla desde que el lujo y la fiesta perpetua se han convertido en los reclamos prácticamente exclusivos de Ibiza. En resumen, que el actual modelo turístico proporciona beneficios nunca vistos a unos pocos, que seguirán removiendo cielo y tierra para conservarlos e incluso incrementarlos, pero constituye un cáncer expansivo que afecta dramáticamente a la sociedad ibicenca en su conjunto.
Algo se ha planificado realmente mal y se ha ejecutado aún peor, cuando Ibiza ha pasado de ser uno de los entornos con mejor calidad de vida, a un infierno de chabolas, carestía general y saturación exponencial en carreteras, playas y otros lugares de interés turístico. A muchos visitantes, además, les generamos una experiencia turística decepcionante, en contraste con el coste desmesurado de sus vacaciones.
El estudio, que presentaron hace pocos días el presidente del Consell Insular, Vicent Marí, y el responsable de dicho centro, Simón Tur, arroja conclusiones tan importantes como que los turistas nacionales ahora sólo pasan una media de 2,61 días en la isla, por 3,37 los extranjeros. Redondeemos a tres jornadas. Los que vienen de fuera del país, además, pagan una media de casi 600 euros por el billete de avión en el epicentro de la temporada y un precio por el hotel un 40% más caro que en Mallorca. En agosto, 650 euros noche en los hoteles de cinco estrellas y 214 en los de una y dos estrellas. Una auténtica barbaridad. También se ha determinado que el 28% del gasto se va a restaurantes, mientras que el 25% se destina al alojamiento y el 15% a las discotecas, dejando para el comercio unas pocas migajas.
Ante estos datos, el presidente del Consell ha lanzado dos conclusiones importantes. La primera es que “no podemos convertirnos en un destino de fin de semana”, que es algo que ya somos, porque un viaje de tres días puede calificarse, como mucho, de fin de semana largo. Y la segunda, “que no podemos perder el turismo familiar”, que en buena parte ya se ha esfumado.
Llegados a este punto, hay que preguntarse qué ha pasado realmente para que las familias, que eran las que pasaban una o dos semanas en la isla y, por tanto, disponían de tiempo de ir a la playa, a los restaurantes, de compras y hasta a la discoteca, dejen masivamente de venir. La apuesta desaforada por el lujo, sin duda, está detrás. Se han reconvertido docenas de alojamientos que antes eran económicos y lo mismo ocurre con gran parte de la oferta gastronómica. Los hoteles, además, retienen a sus huéspedes con todo incluido, only adults y fiestas en el propio establecimiento, negando el pan a la oferta complementaria.
Antaño también había discotecas, las mejores del mundo, y no existía esta problemática. Desde que fueron obligadas a insonorizarse en los años 90 y desaparecieron los after hours, podemos afirmar que en la isla quedaban realmente siete establecimientos importantes: Privilege, Pachá, Amnesia, Space, El Divino, Es Paradís Terrenal y Edén. A ellos se sumaban DC-10 y Bora Bora, con aforos inferiores, así como la zona del West End, ses Variades y poco más. Entre todas debían acoger una oferta de entre 15.000 y 20.000 plazas.
Con el cambio de modelo y aunque nunca fue levantada, la prohibición de hacer fiestas al aire libre se difuminó y a estos establecimientos se han ido sumando muchos otros nuevos, que organizan fiestas diurnas. Privilege se transformará en breve en Unvrs, Pachá, Amnesia, Es Paradís Terrenal y Edén siguen más o menos igual, Space se llama Hï y El Divino, Lío. Además, han surgido otras discotecas nuevas, como Club Chinois, y estos días un empresario madrileño incluso ha anunciado que pretende abrir el nuevo Ku en otro establecimiento de la isla. Con el dominio absoluto de las tres o cuatro empresas que controlan el mercado, difícilmente lo conseguirá salvo que se asocie con ellas.
Pero es que, además, la fiesta también se concentra en hoteles como Ushuaïa, Hard Rock, Ibiza Rocks, O Beach y hasta en el Pike’s, pese a estar en suelo rústico. Entre todos ya deben sumar la misma capacidad que tenían las discotecas de antaño. Ushuaïa, por ejemplo, está registrada en el Consell como sala de fiestas para casi 8.000 personas, y eso que no tiene licencia de discoteca.
También han irrumpido docenas de restaurantes que, aunque dan de comer, se dedican esencialmente a mantener este ambiente festivo y atraer la misma clase de cliente, bajo la etiqueta de beach club. Ahí están Blue Marlin, Bam-bu-ku, Yemanjà, Casa Jondal, Beso Beach, CBbc, Dunes, Tanit, Playa Soleil, Beachouse y tantos otros. Sin olvidar proyectos sucedáneos, como 528, Cova Santa, etcétera, que han aprovechado la posibilidad de hacer música en interior con aforos reducidos, a generar macroeventos exteriores sin que nadie sepamos cómo lo han conseguido. La transparencia por parte de las administraciones sobre sus licencias y cómo se han modificado es lamentablemente nula. Existen, además, las fiestas ilegales en villas y otras actividades piratas, aunque en relación al conjunto del fenómeno deben de representar una cifra minúscula.
Todo eso hace que la distribución del gasto turístico anteriormente mencionada no se ajuste a la realidad, pues algunos facturan como hotel o restaurante, cuando en realidad ejercen de salas de fiestas.
En resumen, la oferta de ocio discotequero, con independencia que sea de día o de noche, puede haberse multiplicado perfectamente por tres con respecto a hace veinte años, aunque no conocemos los números reales porque la mayor parte de estos locales a los que se va a bailar y a beber, muchas veces pagando entrada, ni siquiera tienen definido un aforo real para dicha actividad complementaria, que en realidad es la principal.
Toda esta gente ocupa plazas hoteleras y está dispuesta a pagar billetes de avión más caros porque, en vez de venir siete, diez o quince días, se desplazan tres. Y así ha ido creciendo una bola, sin que la máxima institución insular, que tiene competencias para ello, haya establecido un marco regulatorio que defina qué se puede y no se puede hacer en relación a la fiesta, en un restaurante de playa, un hotel o el exterior de un café concierto.
Tal vez, para evitar que se vaya el turismo familiar e Ibiza no se convierta en un destino de tres días, convendría empezar por ahí. La pelota se hace más grande temporada tras temporada y, sin embargo, todo sigue igual. Ibiza se nos ha ido de las manos.
Así es, los cuatro de siempre cada temporada le sale mejor. Pero estos políticos inútiles no harán nada
DEMASIADO teje maneje con ayuntamientos ciegos, sordos y mudos . los amigos son los amigos….
Triste y decepcionante, pero así es, tal cual.
Vaya “repasito” y sin IA turística.
El diagnóstico es evidente y el resultado lo sufrimos casi todos.
Ahora, ya es tiempo de proponer soluciones.
Le propongo a Xescu, aunque no le corresponda a él, que proponga medidas para empezar a reconducir el rumbo.
Dada la incapacidad de nuestros dirigentes, sólo saben hacer “mesas de trabajo “ que quedan en nada.
Gracias Xescu por repetirnos en voz alta lo que mucho pensamos. Que bonito y maravilloso era visir del turismo en una isla como Ibiza durante muchos años y que complicado se convierte el hacer lo mismo hoy en dia . Y además con mucho hastío.Gracias