Seguro que en la escuela les explicaron que la luz que vemos de las estrellas se emitió hace muchos años. Normalmente se cuenta como mera curiosidad sin profundizar demasiado en sus consecuencias, pero les voy a plantear la siguiente paradoja: Hace muchos años la Tierra tenía que estar en algún lugar del Universo, luego… ¿no tendríamos que poder ver también la luz que emitió entonces?
La respuesta es que sí, de hecho es así, si tuviéramos un telescopio capaz de enfocar un objeto a, pongamos por ejemplo, 25.000 años luz de distancia, veríamos desde la Tierra actual la misma Tierra, pero 25.000 años más vieja. Esto se omite porque las consecuencias podrían hacer zozobrar su cordura ya que supone que la Tierra se habría duplicado: en un mismo instante estaríamos observando el mismo objeto en dos sitios diferentes. Profundizando un poco más nos daremos cuenta de que en el Universo no hay tantas estrellas como parece, en realidad vemos siempre las mismas estrellas en diferentes momentos temporales, el Universo es en realidad como el laberinto de espejos de un parque de atracciones. En este caso los espejos son sustituidos por lo que los cosmólogos llaman una lente gravitacional, que no se trata más que de un objeto con tanta masa que su gravedad interfiere en la trayectoria rectilínea de la luz, doblándola hasta el punto de hacerla cambiar de dirección. Si la masa es suficientemente grande la lente gravitacional se convertirá en espejo gravitacional al cambiar la dirección de la luz de tal forma que modifique por completo su sentido.
Esto significa que si nunca tenemos un telescopio capaz de enfocar a 25.000 años luz, que es la distancia que nos separa del centro de la Vía Láctea, dirigiéndolo hacia sus inmediaciones donde existe un agujero negro capaz de producir tal reflexión, podremos ver al homo sapiens en pleno florecimiento o saber qué pasó exactamente con el hombre de Neanderthal. Una consecuencia curiosa es que probablemente dentro de 25.000 años podremos tomar fotos de Bárcenas repartiendo sobres por poner sólo un ejemplo, pero si en lugar de enfocar a 25.000 años luz pudiéramos hacerlo a 50.000 podríamos tomar instantáneas de cualquier momento pasado incluso aunque fuera muy cercano.
A los que aún sigan leyendo les voy a dar otra vuelta de tuerca: si podemos ver el pasado… ¿no tendríamos que poder ver también el futuro?
Efectivamente, cabe suponer que si nosotros podemos ver la Tierra de hace 25.000 años, ésta tiene que poder observarnos a nosotros ─siempre suponiendo la disponibilidad de un telescopio adecuado en ambos tiempos─ ya que en realidad espacio y tiempo son lo mismo según la genial contribución del siempre ilustre Albert Einstein. Por lo tanto podríamos observar también la Tierra de dentro de 25.000 años y podemos afirmar que ambas existen simultáneamente.
¿Significa esto que el futuro está predeterminado?
Sí y no. Según la mecánica cuántica no existe un sólo futuro sino todos los posibles futuros que podamos imaginar y más, convirtiendo la realidad en un ejercicio de imaginación. Por lo tanto podremos observar el futuro, pero lo que veamos será el futuro que imaginemos o deseemos para ese momento que podría ser modificado por nuestra consciencia durante la transición temporal en virtud de nuevas experiencias.
Respecto al presente basta con alterar la proporción de algunas sustancias químicas en nuestro cerebro para «sintonizar» con otra realidad modificando drásticamente nuestra personalidad y percepción de la consciencia.
Ahora que sabemos que los viajes en el tiempo no son sólo posibles sino relativamente sencillos cabría suponer que el hombre del futuro pueda habernos visitado o estuviera haciéndolo en estos momentos.
Sinceramente, yo tengo la esperanza de que así sea porque la alternativa significaría que acabamos por extinguirnos y además dentro de no muchos años ya que falta muy poco para que podamos disfrutar de la máquina del tiempo. De hecho ya hemos viajado en el tiempo, el récord actual de viaje a través del tiempo lo ostenta Sergéi Avdéyev, ingeniero y cosmonauta ruso que ha viajado 0,02 segundos (20 milisegundos) hacia el futuro. El objeto que más ha viajado en el tiempo (que se sepa) es el satélite Vanguard 1 para el que habrán pasado unos 0,782 segundos (casi 800 milisegundos) menos para él que para nosotros desde que se puso en órbita.
Sé que a muchos todo esto les parecerá una somera estupidez, pero antes de objetar les aconsejo que se informen adecuadamente porque no creo haber dicho nada que no esté completamente comprobado y fundamentado en la ciencia moderna. La reacción de objeción probablemente viene determinada por el miedo, incluso pavor, que tenemos todo ser humano a los cambios del entorno, este miedo es en realidad pereza a enfrontarnos con la incertidumbre de una consecuencia no conocida con anterioridad ya que el cerebro, que no es más que nuestro órgano temporal, se basa en experiencias anteriores para tomar decisiones. De ahí que los políticos sepan explotar estos miedos para manipular su conciencia convirtiéndolos en el principal motivo de su envejecimiento. Podríamos decir que el envejecimiento es en realidad una enfermedad que podría erradicarse, esto no se ha demostrado sólo a nivel físico o matemático sino también a nivel celular, en otros artículos me explayaré sobre el tema.
Señores, siento comunicarles que la rutina mata, no sólo por el desgaste continuado por el uso de siempre las mismas partes del sistema que se acabarán anquilosando, sino también por el fomento de apatías psicológicas que lo encerrarán en una cárcel egocentrista tal y como ya nos sucede.
Cierro con una cita de Carl Sagan: «…Después de todo, cuando estás enamorado, quieres contarlo a todo el mundo. Por eso, la idea de que los científicos no hablen al público de la ciencia me parece aberrante».