Imagina que rebobinamos hasta el momento en que la AEMET emitió la “alerta roja” en Valencia el pasado martes, 29 de octubre. En ese punto, podríamos preguntarle al presidente Mazón: ¿por qué se negó a tomar medidas, a reconocer la evidencia de una catástrofe inminente? O a su compatriota, Juan Roig: ¿por qué también ignoró las advertencias de la gota fría, poniendo en riesgo la vida de sus trabajadores? La misma pregunta cabría para otros empresarios de la zona afectada. Y al presidente Sánchez: ¿no habría sido prudente dejar a un lado las diferencias políticas en un momento de tal magnitud, tomar el mando y decretar el estado de alarma, incluso con el artículo 155 de la Constitución si era necesario? Nos gustaría creer que ninguno de ellos se habría negado. Pero ya es tarde. En la vida real no existen fórmulas mágicas ni segundas oportunidades para volver atrás y prevenir el daño. Pero sí existe la responsabilidad, y ahora se buscan responsables.
Ninguno de estos líderes está ahí solo para ocupar un cargo; están para cumplir con su deber. Sin embargo, ninguno estuvo a la altura de la situación. Por tanto, ahora toca reflexionar: ¿se podrían haber evitado las muertes que provocó esta DANA? En 1985, en México, el presidente Miguel de la Madrid no hizo nada frente al desastre del mayor terremoto en la historia del país. Este acto de indiferencia generó un poderoso movimiento social que impulsó la limpieza de instituciones. Algo similar necesitamos aquí.
El presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, negociaba la Copa América mientras su pueblo sufría la violencia de la gota fría, anunciada con “alerta roja” por la AEMET. Su negacionismo ilustrado, al estilo “modelo motosierra”, resultó en una gestión errática que ha dejado más de 200 fallecidos. No usemos eufemismos: ¿se le puede tildar de criminal? Juzga tú.
En un video viral que vi ayer, dos jóvenes confrontan al dueño de Mercadona, Juan Roig, acusándolo de mandar a sus trabajadores a morir. Roig, visiblemente alterado, lo niega repetidamente con insultos hacia los jóvenes. Esto, y a eso voy, evidencia la necesidad de movilización. Estas personas deben salir del tablero de juego; tienen demasiado poder para tan pocos escrúpulos.