Resulta admirable que haya gente que repita su destino de veraneo. Principalmente porque a mí no se me ocurriría nunca, pues mi lista de lugares pendientes de conocer es tan extensa que no me permitiría perder una ocasión volviendo a pasar mis vacaciones en un sitio ya conocido, por más que me guste. Y mi planteamiento no debe ser tan raro cuando la mayoría de gente de mi entorno a la que he preguntado, opina como yo.
De ahí que me parezca ciencia ficción que haya quien lleva más de 25 años escogiendo Ibiza para disfrutar sus vacaciones estivales; y que encima digan que quieren seguir haciéndolo. ¡Otros 25 años más!
Que el presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Marí, vaya a visitarlos a su hotel para agradecerles su fidelidad incondicional a la isla, me recuerda a aquellas escenas de autoridades locales en un aeropuerto, a pie de escalerilla, para agasajar al turista diez millones (por decir algo), entregando un obsequio y haciéndose fotos con el sorprendido visitante llevando un enorme ramo de flores en las manos. Como si la llegada de turistas a las Pitiusas fuese algo noticioso.
Llevamos ya varios años en que no baja de tres millones los turistas que visitan Ibiza y Formentera. La industria turística es nuestra principal –y casi única– fuente de riqueza; el sector económico que ocupa a la inmensa mayoría de la población en edad de trabajar; y todo ello, naturalmente, genera otros problemas y molestias para la población residente. Las administraciones deben gestionar adecuadamente este enorme flujo de visitantes para minimizar los inconvenientes, a la vez que se garantiza la calidad de los servicios públicos.
Pero cuando más resuenan las voces de quienes destacan lo negativo del turismo sobre cualquier otra cosa, debemos tener en cuenta que algo se debe estar haciendo bien cuando tanta gente opta por venir a nuestra tierra y encima, muchos repiten su experiencia, diciendo que cosas como que se sienten “bien recibidos, bien atendidos y queridos”. Por algo será y desde luego, no es por el azar ni porque se hagan las cosas tan mal como a veces se quiera hacer ver.
En las Pitiusas y en Baleares en general, algo sabemos de turismo. Y dado que lo sabemos hacer bien y somos capaces de generar riqueza y crear puestos de trabajo, es preciso adaptarse a las exigencias del mercado turístico y también a las circunstancias del cambio climático, y ser más sostenibles medioambientalmente.
Debemos proteger mejor nuestro patrimonio natural, nuestros bosques, nuestras playas, nuestro litoral; y también nuestros recursos naturales, en especial el agua, para que nuestros hijos y nietos puedan seguir disfrutando de este paraíso en el que tenemos la suerte de vivir. Y para que los turistas sigan queriendo venir a veranear entre nosotros, por muchos años más.
Joan Miquel Perpinyà
Hijos y nietos disfrutarán, si heredan viviendas o terreno de sus padres.
Si no, se irán a cualquier otro paraíso mediterráneo corrupto donde sea posible acceder a una vivienda digna a un precio que no implique hipotecarse 3 vidas.
El pobre no hereda nada.
Que el hijo del que llegó con muy poco o heredó unas tierras que a duras penas le daba para vivir hoy esté deseando heredar es, al fin y al cabo, una buena señal.