Las redes sociales las carga el diablo. Un comentario desafortunado, una opinión a destiempo y ya te puedes ir preparando, que te cae la del pulpo. Literalmente. El último ejemplo es el de Víctor Lozano, concejal de Deportes del Ayuntamiento de Sant Josep, que ha protagonizado el (pen)último escándalo de un político en Twitter.
El concejal del Partido Popular quiso mostrar su rechazo ante el anuncio de los docentes de Ibiza de secundar la huelga propuesta por la asamblea de Mallorca para el próximo 7 de enero. Lo hizo señalando que él también quería «fiesta, fiesta», al puro estilo de Pocholo, insinuando que la huelga la hacían los profesores para no trabajar. La polémica estaba servida.
«Fiesta, fiesta? Se cree el ladrón que todos son de su condición», «Els docents volem respecte per exercir el dret a la vaga i una condemna de les autoritats davant aquest tipus de comentaris», «Cap festa, només treball,organització i il·lusió per allò en què creiem. L’educació pública és de tots i totes», «Entiendo por fiesta otra cosa. 16 días de huelga a 100€ , 1600€», «Ay, qué atrevida es la ignorancia» o «Deberías mostrar más respeto hacia la comunidad castigada por el Govern del Partido Popular», fueron algunas de las respuestas al tuit de Lozano.
El aluvión de comentarios críticos hizo que Lozano diese de baja su cuenta en Twitter (@LoZaNoIBIZa) sin avisar ni despedirse. Para que nos entendamos, darte de baja en Twitter es como presentar tu dimisión virtual. No sirve para gran cosa, pero, por lo menos, das a entender que te has equivocado y que reconoces tu error. Eso sí, el Lozanogate, como lo ha denominado un miembro de la oposición, demuestra, una vez más, que lo de los políticos y el Twitter es una amistad peligrosa.