Una sociedad en la que faltan profesionales de servicios públicos esenciales, como médicos, enfermeras o policías, no puede considerarse una sociedad próspera, capaz de garantizar los derechos fundamentales de sus ciudadanos y de cumplir con sus obligaciones básicas. Por tanto, ha de ser considerada una sociedad fallida.
Cuando ni las leyes ni los poderes públicos son capaces de asegurar el acceso a una vivienda digna a un precio razonable; cuando no somos capaces de proporcionar atención médica presencial a los enfermos de cáncer; cuando no hay suficientes plazas en residencias para personas mayores dependientes; cuando el precio de la energía aboca a los ciudadanos a no poder calentar sus hogares; cuando el precio disparado de la cesta de la compra, en especial los alimentos frescos, hace que miles de personas no puedan consumir pescado o carne, algo que afecta en mayor manera al desarrollo de niños y adolescentes; cuando todo esto sucede, ¿podemos considerar que vivimos en una sociedad que procura el bienestar de los más vulnerables, abocados de manera crónica a recurrir a los servicios sociales y a la beneficencia?
Nuestros gobernantes se muestran satisfechos por su gestión y por los logros que se atribuyen gracias a sus inmejorables políticas, pero la realidad es que los ricos, cada vez son más ricos y los pobres, cada vez lo tienen más complicado para salir de tan lamentable estado de necesidad permanente.
De tal forma que, por la razón que sea, la vida de la gente humilde es hoy mucho más difícil y precaria que hace 10 años. Mucha más gente vive al borde de la exclusión social y en situación de pobreza. Y en Ibiza y Formentera las cosas están mucho peor, porque la gente que necesita ayuda de Creu Roja o Cáritas, ya no son pobres de solemnidad, sino trabajadores a quienes su salario no alcanza para pagar un techo y alimentarse a la vez. O una cosa o la otra.
El barco se hunde, los viajeros de segunda clase ya tienen el agua por el ombligo; pero aquí, en el comedor de primera clase, los ricos siguen bailando y la orquesta no para de tocar. Todos ignorando la tragedia que se avecina, porque una sociedad fallida como la nuestra, acabará irremisiblemente hundida. De hecho, en parte ya lo está y por eso, muchos se van y otros no quieren venir.
Totalmente de acuerdo.
La social-democracia (de izquierdas y de derechas) solo trae miseria y división de clases.