Sospecho que la persona que sugirió que el acto institucional del Vuit d’Agost se celebrase en Dalt Vila, en la plaza de la Catedral, es un enemigo no declarado del president del Consell d’Eivissa, Vicent Marí. Sólo así se explica tan nefasta elección, aunque eso no resta ni un ápice de responsabilidad del presidente y de su equipo, quienes debieron prever que ni el lugar ni la hora eran idóneos para lo que se pretendía.
Por bien que todo saliera, por bueno que fuera el discurso del president Marí, –algo que no fue–, y por relevantes que fueran los anuncios que se hicieran, –algo que no fueron–, todo quedaría eclipsado por el insoportable suplicio al que inmisericorde e innecesariamente, se sometió a los asistentes. Fue milagroso que no cayeran desplomados por golpes de calor, bajadas de tensión arterial y lipotimias buena parte del respetable.
Imagínense el panorama: los sanitarios del 061 y los voluntarios de Protección Civil montando a toda prisa un hospital de campaña para presbíteros, balladores, políticos con su americana y corbata reglamentarias, desmayados… Todos a 40 grados bajo la solana del mediodía. Por mucho abanico del Consell que repartiesen, aquello no había quién lo soportase. Ni el ridículo e ineficaz toldo del concejal de Vila, Aitor Morrás, habría servido para atenuar aquel infierno.
Y encima, Vicent Marí en el último día de Sant Ciriac de esta legislatura, pues antes habrá elecciones, y suelta un sermón infumable, soporífero, con dos anuncios de relativo calado político, para acabar de dispersar a los sufridos asistentes, que optaron por levantarse de sus sillas y buscar una sombra donde refugiarse de aquel tormento, gentileza de la máxima institución de la isla de Ibiza. Ni a tu peor enemigo se le hace algo así.
Incluso el obispo de Ibiza y Formentera, don Vicent Ribas, se mostró más reivindicativo y mordaz ante la presidenta del Govern, Francina Armengol, que Vicent Marí. Es una torpeza política desperdiciar ocasiones como aquella, donde la oposición te va a criticar digas lo que digas –como hicieron, acusándolo de instrumentalizar un acto institucional, como si ellos no hicieran lo mismo a la mínima oportunidad allí donde gobiernan–. Pero hace demasiado calor como para ponerse a pensar un discurso de nivel con el que lucirse.
Quien demostró un grandísimo nivel y una astucia política muy superior a la media, sin duda, fue el alcalde de Sant Joan, Toni Marí ‘Carraca’, que se libró de una tortura china oficial y premeditada. Apostaría que estuvo a la fresca, bastante mejor que el resto de políticos ibicencos. Y bien que hizo.