Durante años el turismo ruso ha sido un objetivo muy goloso para las autoridades ibicencas encargadas de la promoción turística y de atraer visitantes de otros mercados distintos a los habituales.
Eran viajeros acaudalados, amantes del lujo, que, además, si les gustaba el destino, eran capaces de comprar una villa o un apartamento en la milla de oro ibicenca. Frecuentaban los hoteles y restaurantes más caros, y se dejaban una fortuna en comercios y en el casino. Los reservados VIP de las discotecas eran para ellos, naturalmente, donde consumían las bebidas más exclusivas e inalcanzables para el común de los mortales.
Ahora resultará que el dinero que desde las instituciones de Ibiza nos hemos gastado para atraer el turismo ruso, habrá resultado dinero tirado al mar. ¡La mala suerte nos persigue!
A pesar de las restricciones impuestas por la pandemia de la Covid-19, unos 134.000 turistas rusos visitaron España, con estancias mucho más largas que el resto de turistas (unos 15 días de media) y con un gasto también muy por encima, unos 1.300 euros.
Se esperaba que este año los visitantes rusos aumentaran como lo han venido haciendo durante los últimos años, fruto de los esfuerzos que las autoridades y las empresas turísticas han hecho para atraer a tan preciados viajeros. Incluso el presidente del Consell d’Eivissa durante la anterior legislatura, Vicent Torres, viajó a Moscú junto al director insular de Turismo. Pero todo se ha ido al traste.
Tras la invasión rusa de Ucrania los turistas rusos y aún más aquellos que tienen una residencia en las islas, se han convertido en apestados. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha puesto sobre ellos sus ojos y amenaza con incautar sus villas y sus enormes yates. Dice que sólo a los oligarcas rusos que han amasado su enorme fortuna a la sombra del sátrapa Vladimir Putin, pero ya verán como no se conformarán con eso y que arramblarán con los bienes de cualquiera que tenga pasaporte ruso.
Lo malo no será que dejen de venir los rusos a Ibiza, sino que, de un modo u otro, la guerra nos afectará a todos. Aún es pronto para saber de qué forma y con qué intensidad, pero nuestras esperanzas de recuperarnos de los efectos de la pandemia durante la temporada turística que viene, se han ido al traste.
Las consecuencias de las duras e inéditas sanciones impuestas por la Unión Europea a Rusia, también llegarán aquí. El encarecimiento de los combustibles arrastrará al resto de bienes y servicios. En poco tiempo todos seremos más pobres, pero no queda más remedio que pararle los pies a Putin porque, de lo contrario, no se detendrá en Ucrania.